Sigo siendo liberal y social demócrata, nunca fui amigo de las políticas neoliberales de César Gaviria, pero... en política es difícil perdonar la ingratitud y la deslealtad, así digan que la política moderna es dinámica, lo que autoriza a algunos personajes a cambiar de partido como lo hacen con su ropa interior.
Muchos manizaleños y caldenses, no queremos resignarnos al clientelismo de la continuidad. El candidato "liberal" a la alcaldía de Manizales hasta hace pocos meses era de la "U", pero se volvió a pasar al partido rojo; el de la gobernación viene aprovechando al máximo el "dinamismo" de la política. Yo entiendo ese dinamismo como un descarado "voltiarepismo".
Necesitamos un cambio, incluso en el país; un cambio que persuada a los que tienen dudas de nuestros gobernantes y de los que nos quieren gobernar. Por eso para seducir y convencer, el cambio debe ser real y transparente como el agua; debemos de paso cambiar el futuro de nuestra sociedad que padece el síndrome de la inmediatez. Tanto la continuidad como el cambio, deben confrontar el presente con el futuro, un futuro muy gris para nuestros hijos y nietos... aunque es bueno decir que, en los últimos años en mi país, y en mi parroquia, "todo cambia para que nada cambie". El pueblo no es estúpido, algunos tenemos intuición y pensamos que las segundas copias siempre fueron malas. En Manizales tenemos que identificar el futuro con el cambio, con valores y nitidez, transparencia y claridad; esas virtudes me las da como candidata a la alcaldía de Manizales, esa gran señora llamada Adriana Gutiérrez Jaramillo.
A los ciudadanos comunes y corrientes, que no vendemos el voto, nos preocupan la inseguridad, la alcahuetería de nuestro Presidente con los bandidos de las Farc, el empleo informal, la falta de oportunidades de trabajo principalmente para los jóvenes, así como la famosa injusticia social. Pero... nadie hace nada para combatirla. Esos que venden el voto, pregonan a los 4 vientos que "vale más malo conocido que bueno por conocer"; con desfachatez dicen: "el día de elecciones me consigo 200 mil pesitos". La malicia y el engaño no tienen color político, se sigue manejando un maniqueísmo inmoral y bellaco. Para muchos, los que regalan dinero el día de elecciones, son siempre buenos y nunca corruptos; los que no lo hacen, son enemigos y malos aunque sean decentes. Esa grieta sigue dividiendo a nuestra sociedad y va camino de agrandarse si el país nacional no hace algo, como por ejemplo disminuir la abstención. Muchos siguen retroalimentando sus resentimientos y odios, patrocinados por algunos políticos los cuales generan transgresiones a nuestras instituciones con su complicidad belitre y granuja. En Colombia el poder es impunidad; eso es lo que quiero que cambie. No dejemos que la gobernabilidad esté expuesta a la personalidad y a la vez fragilidad del gobernante de turno. No podemos elegir gobiernos sin control. En nuestra patria, hoy por hoy, con los problemas generados por la crisis del petróleo y la mermelada de Juan Manuel, los precios de la canasta familiar así como las diferentes facturas de los servicios públicos suben por el ascensor, mientras que los salarios y las pensiones de la gran mayoría de colombianos suben por la escalera.
El sentido común, el cual se volvió tan escaso, nos sugiere que para lograr nuestro bienestar, dependemos de la calidad de los gobernantes y de las instituciones del país, así como de la parroquia. Eso exige y obliga ciertas cualidades tales como transparencia, cumplimiento, seriedad, disciplina, combate a los corruptos y respeto al mérito y capacidad de las personas. (El día anterior al inicio de la ley de garantías, los contratos en nuestra parroquia fueron muchos, lo cual genera muchas dudas). Creo que la democracia debe actuar como mecanismo de disciplina, evitando de paso la desigualdad y la desconfianza social.
La candidatura de Carlos Uriel Naranjo a la Gobernación de Caldas, abre una nueva perspectiva en la política de Caldas. Ha ejercido cargos de responsabilidad y manejo en la Contraloría, mostrando su recato, decoro, decencia, modestia y honestidad. Como lo dice el Dr. César Montoya: excelente candidato, enemigo de los tramposos, no es Judas ni traidor como otros. Es serio y culto, hombre respetable y gran señor. No abandona a los amigos en los difíciles caminos de la política, como lo hizo alguien hace pocos meses. Hombre íntegro que ejerce la política con civismo. Él ya sabe que debe mejorar.
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