Muchos colombianos que están cerca de los sesenta años, se levantan todas las mañanas, y a algunos nos da por cavilar y meditar sobre la situación de nuestro país.
Pensamos en los campesinos de Colombia que, luego de soportar las infamias del Estado, las trapisondas y los engaños de los políticos modernos, siguen aportando el 72% de los alimentos que llegan a nuestras mesas. Reflexionamos sobre esos héroes anónimos que cumplen con mucho fervor la frase de Borges: "Nada se construye sobre la piedra, todo se hace sobre la arena, pero nuestro deber es construir como si la arena fuera piedra".
Meditamos y pensamos en ese señor que aparentemente es un don nadie, posiblemente jubilado, que saca a caminar a sus pequeños nietos o que simplemente riega todas las tardes su pequeño jardín, si es que lo tiene; que sabe reparar cualquier cosa, desde la plancha hasta la moto escandalosa del hijo del sospechoso vecino, posiblemente "traqueto" o contrabandista, una nueva "profesión" muy común en el viejo Caldas; también habla con propiedad y conocimiento del Banco Ambrosiano y de las pilatunas del Vaticano, que odia a los curas pederastas pero le teme a Dios; que es resentido como toda la gente honrada y que levantó a su familia rezongando y alegando todos los días, sin claudicar nunca, por lo que pudo educar a sus hijos "a lo bien". Ese padre de familia luchador, combativo, valeroso y enérgico que, cuando los viernes la carne ya era escasa, le ordenaba a su resignada y apacible esposa hacer pepinos con huevo como "principio", para completar el almuerzo; ese personaje que supo sobreponerse a todo y que hoy puede hablar con orgullo de la educación y el triunfo de sus hijos.
Yo también pienso; pienso en mis amigos de infancia, quienes oscilan entre la fe y el escepticismo, quienes cuando tienen un "tiempito", entran a la iglesia a orar a sus dioses, rogando que las aguas no estén turbias y que nuestros hijos puedan criar a nuestros nietos. Pienso también en esos poetas y escritores sin suerte, quienes con sus palabras intentan cambiar la vileza de la condición humana. Pensamos en esos miles de personas y trabajadores que todos los días laboran con tesón, intentando mejorar un país que algunos políticos quieren acabar. Esa firmeza y constancia ya la quisieran tener otros que solo buscan el dinero fácil. Cuando pienso en esa tenacidad dejan de preocuparme las elecciones y las famosas cumbres de estadistas que generalmente quedan en nada. Algunos intentan acabar con el mundo; pese a todo, don nadie, mis amigos, el campesino terco pero honrado, el poeta de marras y muchos otros, seguirán madrugando para que el mundo siga andando así lloren de dolor los ejes sobre los cuales está girando.
No podemos olvidar a esas damas que madrugan a despachar a sus hijos para el colegio, se maquillan en sus carros o en los buses mientras cambia el semáforo; trabajan todo el día en la oficina, vuelven a sus casas en las horas de la noche con muestras de agotamiento, revisan y ayudan a sus hijos a hacer las tareas, inventan algo de comida, sacan la ropa de la lavadora si es que la tienen, curan los raspones y las pequeñas heridas del recreo con un beso lleno de ternura, les leen un cuento a sus hijos, apagan la luz y salen sin hacer ruido. Pero... tienen que tolerar la llegada del "compañero" posiblemente con licor en la cabeza, de pronto, con ganas de mucho y sin ganas de nada.
Por eso, muchos de nosotros por estar buscando los huevos en el nido del gallo, no vemos los millones de héroes anónimos que tiene nuestro país. No podemos seguir confundiendo el mensajero con el mensaje. Debemos evitar que la mayoría de compatriotas sigan atrapados por la limosna y el engaño; hasta ahora nos estamos quedando en calidad de simples individuos mas no en ciudadanos de verdad, pues los politiqueros de turno viven del voto de los desamparados, mantienen la pobreza para poderla comprar y utilizar. Ellos siguen con sus vicios y bellaquerías, fabricando de paso monstruos y corruptos que vuelan con toda libertad por los cielos del poder, haciendo nepotismo y trampas con las leyes; nunca van a construir un país con dignidad, simplemente porque son una casta envanecida y con intereses mezquinos.
Mientras tanto, cunde el pánico. Existe un agudo enfrentamiento entre uribistas y santistas, los cuales están patrocinando el ego desmedido de cada uno. Existe además un fervor peligroso por el retorno de Álvaro Uribe, pues de ganar, nos quedaría la sensación de que no tuvieron castigo ni sanción política todos sus desmanes y abusos, principalmente la improcedente reelección con la compra de los votos de Yidis y Teodolindo. Juan Manuel se nota anacrónico, inseguro y con voz inapropiada para la plaza pública; tiene contradicciones como presidente y candidato. Alardea de haber eliminado a los jefes de la guerrilla, pero está negociando con los que quedan, los cuales felicitaron al gobierno de Nicaragua cuando nos ganaron el pleito en La Haya por nuestro mar
territorial.
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