Minutos antes de que el presidente Santos aceptara convertirse en novel Nobel de Paz, le gasté mensaje a través de las redes, como hay que decir para estar en la pomada.
Presidente Santos, salud.
Le doy un consejo de amigo (amigo vuelto hilachas en lo del sí al plebiscito): No acepte el tal Nobel de paz. Es de mal agüero. No se encarte. Primero lo primero: la paz.
Pídales a los noruegos que le guarden el diploma, las coronas y el tour por los fiordos para mejores días. La vanidad que espere. Haberlo ganado es suficiente.
Este servidor les había enviado mensaje a los noruegos pidiéndoles que ni se les ocurriera pensar en el Nobel en esta coyuntura. Veo que le paran más bolas a César Gaviria y a Roy Barreras los partidarios del sí al plebiscito, que a mí en Oslo.
Usted verá: pero premios de paz sin paz es como la i sin el puntico que lo cabalga, Donald Trump sin su capacidad de escupir sandeces. Un amigo furibista que me queda, el barquero William Calderón, dice que aceptar el premio es hacer el os(l)o.
Y como opté por la contradicción para romperle el pescuezo a la monotonía, sin ponerme colorado, tan pronto Santos aceptó el Nobel con primera dama al lado, con el sueño todavía asomándose en las pestañas, volví a la carga con este “comunicado”:
Como ni los noruegos ni el presidente atendieron mi clamor, debo confesar, con toda la vehemencia y alegría de que soy capaz, que me encanta el premio de paz que le otorgaron al eximio jugador de póquer que caña con par doses. Haré toda la fuerza para que sea la cuota inicial de una verdadera "reconcilia".
Eso sí, no cuenten conmigo para la entrega del premio porque la temperatura que hace en el diciembre nórdico no me la aguanto, por más que haya estudiado para papa en gélida La Linda, a una jaculatoria de Manizales.
Felicitaciones
Hombre, Jorge Emilio Sierra, saludos. Un millón y dos "millonas" de felicitaciones por tu llegada a la Academia colombiana de la lengua, sitio reservado a los inmortales y a algunas vacas sagradas que tienen el exquisito manejo del idioma como denominador común. Con el perfil que trazó de ti Jorge Eliécer Castellanos, tu paisano caldense, nos dejó sin nada qué decir a tus colegas que te admiramos. Quienes trabajamos contigo en Colprensa hacemos nuestra esa distinción, o sea que también nos consideramos inmortales y vacas sagradas. Esperemos que tus luces de académico y politólogo iluminen a tu asesorado, Carlos Holmes Trujillo, de la entraña del NO al plebiscito, a encontrar el camino hacia la retrechera paz.
Dylan
Don Bob Dylan, salud. Como en la votación del plebiscito en Colombia, estoy dividido entre el sí y el no alrededor del Nobel de Literatura que le otorgaron. Para desquitarme de la derrota, estoy 55.651 votos de acuerdo con la Academia sueca.
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