Óscar Domínguez G.
Una de las grandes preocupaciones modernas es enflaquecer. Este verbo se ha convertido casi en obsesión enfermiza. Hombres, y sobre todo mujeres, ven un gramo de más en su anatomía, y de inmediato se ponen en jurisdicción de algún diestro bisturí. O de la dietista más rápida del oeste.
Cualquier escenario, desde un divorcio hasta la corrida de un catre, es aprovechado para intercambiar recetas y dietas para adelgazar. Hay casi tantas dietas como bípedos.
Los más vanidosos despiertan y lo primero que hacen es acudir a la báscula. Confían en que el sueño los haya aligerado del gordito que sobraba.
Algún día habrá básculas que darán el peso que deseen sus vanidosos propietarios. (Aunque para no envejecer, lo mejor es ahorrarse la cita diaria con el espejo. Adiós arrugas).
En este contexto, toca hablar de una dieta que está causando furor en Estados Unidos y Europa. La fórmula es pilada: rezar. Sí, rezar, simplemente. ¿Quién vio a Jesús de Nazareth gordo, o con llantas, pecaminosos michelines o bananos en la cintura? Nadie.
Virtud adicional de esta teológica dieta es que la gente puede seguir comiendo.
Estamos llegando al punto de que quien come y reza, adelgaza. La era de internet nos sigue dando sorpresas.
La primera dieta religiosa se remonta a 1957 y fue creada por un pastor presbiteriano gringo, Charles Shedd, quien publicó un libro titulado "Aleja tu peso con rezos".
Según estos nuevos gurús, si se reza pensando en adelgazar, el asunto funciona.
Para enflaquecer se puede rezar, leer la Biblia, escuchar casetes en talleres de adelgazamiento, o escribir. Después de Estados Unidos, Inglaterra, la madre patria de los gringos, es el segundo país donde la gente está rezando más para quedar con cintura de avispa. De anoréxica modelo.
Eso sí, al rezar, no olvidemos notificar al de arriba la intención que llevamos: enflaquecer. Solo así el rezo se encargará de ponernos como alguna de nuestras bellas de exportación.
La devoción total a Dios y la eliminación de la codicia por comer, son la mejor garantía para perder kilos. El pastor Shedd, a quien le estoy pirateando las recetas sin comprar su libro, alegaba que la obesidad es un pecado, y por eso había que rezar para adelgazar. Claro que la comunidad científica no avala los excesos verbales de Shedd. Tampoco creen los médicos en la dieta religiosa, aunque reconoce las bondades de la terapia de grupo. Hay una receta infalible como los papas para adelgazar. Tampoco cuesta un peso. Preferiría no contarla y escribir sobre ella para llenarme de plata. Pero el día de gastar se gasta. Tal vez la generosidad también adelgace.
Anoten, por favor: Así como la Iglesia aconseja cerrar las piernas para controlar la natalidad, para adelgazar, cierre la boca.
Y le encimo, de memoria, este consejo de Woody Allen: al adelgazar, cuídese de no perder los kilos donde está localizada la inteligencia.
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