Perdidas, en letra de edicto, aparecen en los periódicos las noticias sobre el mundo blanco y morocho del ajedrez. Escribo sobre el tema y los seis lectores que me quedan se asilan en el vecindario. Así que rendirle pleitesía al reloj del ajedrez es pasatiempo inofensivo. No importa: suficiente con un catecúmeno que reclute.
Ese reloj es de bajísimo perfil, como san José. Un ilustre N.N. El mágico cachivache juega dos partidas al tiempo, con blancas y negras, en una especie de tas-tas o yo con yo ajedrecístico.
Los relojes del ajedrez nacen con los mates contados. Terminada la partida, no participan en la orgía de todos contra todos dentro de la bolsa que alberga las piezas. Prefieren darse un relajado sabático.
Al principio, los jugadores apenas determinan al reloj. Lo manipulan con la punta del índice. En las partidas rápidas (blitz) los relojes son los reyes del tablero, los jugadores, reyes de burlas. Piensan más en el reloj que en su contrario.
Cuando está en “modo” blitz, el reloj marca segundos de los que penden -y dependen- los contendientes. Cuando caiga la banderita roja habrá dado su inapelable veredicto.
Los relojes de ajedrez tienen la imparcialidad por destino, son del signo libra. Insobornables, no se inclinan hacia ningún lado.
Aplican en la práctica el principio de igualdad ante la ley, ofreciendo a ambos contendores oportunidades iguales, sentenció el abogado-ajedrecista Javier Henao Hidrón.
Muchos sentimos que el reloj nos pide papeles, como cualquier policía. Nos coarta el libre desarrollo de la personalidad.
No les suceden estos fiascos al profesor Roberto Bustamante Vélez, El Señor, ni al incombustible maestro Emilio A. Caro, 75 años, 50 acariciando trebejos. Para celebrarle, hubo champaña en Los peones, de Maracaibo con Junín, el nuevo Vaticano del ajedrez paisa.
El reloj del ajedrez no marca las horas, no es su oficio. Da una hora que no es la de carne y eternidad. El tiempo en el ajedrez tiene el reloj por cárcel perpetua.
Ni siquiera da una hora mentirosa como la de los relojes que se paran para siempre, en eterna huelga de segundos.
Tienen idéntica banderita y la misma música (=tic tac) que nadie sabe qué Beethoven la compuso. La de estos aparatos es una música que no necesita director.
A muchos relojes de ajedrez les gustaría encarnar en un reloj de arena para tomar las cosas despacio, sin estrés. Sueñan con casarse con una clepsidra.
El reloj del ajedrez es una especie de reloj de arena, pero gemelo, pontificó otro abogado-ajedrecista, Pedro Posada. Y se largó a litigar.
El tiempo gana partidas cuando uno de los rivales se cuelga en el tiempo que tiene para hacer las jugadas permitidas. ¡La partida que gana también la pierde!
No me trama el oficio de reloj del ajedrez. Que la diosa Caissa mantenga los relojes de ajedrez ahítos de minutos.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015