Es variado el menú de mentiras, piadosas o no, que escuchamos y decimos a diario. El que no haya dicho una mentira que tire la primera verdad. “No dejar morir el arte de mentir”, sugería Mark Twain. En Colombia sí que le obedecemos.
Ejemplos:
Un minuto de silencio. En Colombia, un minuto de silencio dura entre 40 y 50 segundos, máximo. (Un procurador asesinado, Carlos Mauro Hoyos, decía que en Colombia la solidaridad dura lo que dura un minuto de silencio, o sea, la milésima parte de nada).
La propina es voluntaria. Una mentira con los ojos azules. Muy aconductados, los meseros cumplen con el ritual de preguntarle al cliente si accede a que se incluya la propina.
Lo mismo sucede en muchos parqueaderos, donde a los empleados no les pagan salario sino que viven de la generosidad de los clientes. Son estos los que pagan el salario mientras los propietarios llenan sus arcas.
No se admiten pasajeros de pie. Falso. Las ciudades tienen vocación de racimos. Sobre todo en los buses donde no hay puesto pa tanta gente.
La hora colombiana. Si la cita es a las doce, “la hora colombiana” admite que se pueda llegar una hora más tarde. No hay respeto por el tiempo ajeno.
No me llegó tu correo electrónico. Con este cuento nos sorprenden cuando niegan haber recibido esa botella arrojada al mar de Internet que a veces es un correo.
Déjate ver para que almorcemos. Este inmortal estribillo de falsa cortesía se usa para desembarazarse de interlocutores incómodos.
El doctor no está, o está en junta. Otras veces, ni el papá ni la mamá están en casa. Es una de las primeras mentiras que escuchan los niños. Los locos bajitos se preguntan cómo la gente no está, estando.
Prohibido recoger y/o dejar pasajeros. Si se cumpliera esta norma, el tráfico urbano sería una dicha.
Recoja la caca de su perro. Los perros no saben leer, pero sus mascotas (o dueños) sí. La prohibición se viola alegremente. No hay poder humano que ponga orden en la caca.
Prohibido arrojar basuras. ¿Quién no se ha pasado por la galleta esta desechable prohibición?
Otra mentira, impiadosa si las hay, es la de los políticos que aseguran que no aspiran. El “no” en boca de un político, es la cuota inicial de un sí rotundo.
Los funcionarios públicos juran que no intervienen en política. Lo hacen desde la sombra. Morajela: la mentira está constitucionalmente consagrada. ¿Por qué no consagrarlo en la norma legal si todo el mundo lo hace?
La telepatía existe, ya te iba a llamar, alega el hombre -o la mujer- cuando alguien se les adelantó en el teléfono. Cogidos con las manos en la masa de la falsedad, se ponen amarillos Van Gogh pero siguen adelante.
Me despido con una mentira piadosa: no les quito más tiempo. (Ya les robé suficiente).
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