Como seguramente encontrarán dificultades en el manejo de la cotidianidad, considero una obra de misericordia inaplazable prestarles pagana asesoría a los ahora alzados en almas de las Farc.
Para empezar, bienvenidos porque en adelante tendrán la libertad por cárcel. Además, nadie les podrá aplicar la sentencia del Corán: el que mata a una persona mata a toda la humanidad. Si a media noche los despierta un zumbido raro, desesperante, sepan que no es el avión fantasma ni un kfir como el que asustó a Timochenko en Cartagena. (Cuando el calarqueño, paisano del poeta Luis Vidales, se “desasustó”, celebró que el avión expresara “júbilo inmortal” por la paz en vez de descargar bombas. Hecha la pilatuna, el avión, muerto de la risa, sarcástico, desapareció. Propongo suspensión al piloto por no haber aparecido antes. Timochenko habría tenido que abreviar su discurso de campaña).
En vez del avión fantasma lo que los desvele puede ser un zancudo que busca su maná. Decía Gandhi que los mosquitos no saben de ahimsa, no violencia, doctrina que ahora forma parte del menú fariano.
Exguerrillos, nada de enamorarse de cilindros de gas. No los necesitan.
Tampoco tienen que ponerle la mano al metro como hizo este pecho cuando lo conoció. En el adn de estos “ascensores acostados” está detenerse en las estaciones.
Hay una ceremonia burguesa llamada pedicure. En ella podrán tener acceso a la única arma autorizada en el posconflicto: el cortauñas que utilizan las profesionales de ese oficio.
Si quieren les presento policías acostados. Cuando los conozcan, se darán cuenta de que no tienen que agarrarlos a plomo.
No todo será un jardín de rosas: cambiarán la ecológica selva del mosquito, el jaguar y la anaconda por los detestables tacos urbanos.
Prepárense para el estrés, el “escuatro” y el “escinco”. Les aconsejo adoptar esta jurisprudencia de un cómico alemán: El estrés es mi capital.
Los invito a darles las gracias a los cubanos por prestarnos su casa donde empezamos a mirarnos de nuevo a los ojos. Bueno, en la “civilización” la gente no se mira a los ojos, mira una pantalla que nunca trae la noticia que esperamos.
Rico saber que en la Colombia sin guerra podremos morir de nuevo de neumonía, no de una plomonía. Que viva el pacífico paz-paz-paz, en lugar del cacofónico pum-pum-pum.
Pidámosle a la Chinca de La Estrella que vive más desocupada que la de Chiquinquirá, Boyacá, que a los noruegos ni se les ocurra “darnos” el Nobel de la paz: es de mal agüero. Que lo digan árabes e israelíes.
Dejo constancia de que no votaré por “lafar” en las próximas elecciones. A estas septuagenarias alturas estoy convertido en un inofensivo godito de amarrar en el dedo gordo. Pero, ¡ay!, tampoco podré votar por el sí el domingo porque mi cédula es de otra parroquia. Disculpas y éxito para los “siístas”.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015