Otto Morales Benítez era festivo como un 7 de agosto, día en que nació en 1920. No lo preocupaba la muerte. Tampoco tenía listo su epitafio porque “sueño con la eternidad”. No tenía guardaespaldas. Su hoja de vida, sin lapsus y muchas carcajadas, era su mejor seguro de vida. Vivió de una vez todas sus vidas.
Su afición de los últimos años era leer los obituarios del periódico. Después de constatar que no estaba el suyo salía a la llanura. Por eso Belisario Betancur, otro consumidor de obituarios, lo llamó “fúnebre amigo”.
“Abuelo endiablado” le decía una de sus nietas. Ennietecer, abuelear, eran dos de sus verbos amados.
Muchas veces lo entrevisté en su casa, cerca de su Olivetti Lettera 22, y en sus oficinas de Colpatria, que presidía un Cristo, regalo del escultor Rodrigo Arenas. Allí llegó hasta el final para camellar, otra de sus debilidades:
¿El verbo retirarse no figura en su semántica de cuasinonagenario?
- ¿Retirarme de dónde? ¡Pero si la vida es muy linda! Hay que estar compartiendo la vida, hay que estar disfrutando todas las ocasiones, hay que estar con los amigos, con las gentes de la vida sentimental, de la vida interior que comparte con uno enriquecer la vida de los demás y la de uno.
- ¿Por qué no fue presidente de la república o todavía es tiempo?
- Fue muy singular la experiencia de ser candidato. Me permitió decir mis verdades sobre el país. Volver a meditar hondamente en sus problemas. Supe, sin dubitaciones, que había un pueblo liberal y conservador, que me rodeaba. Esta circunstancia, aún me conmueve humana y espiritualmente.
- Sus amigos y enemigos dicen que usted se agacha y se le cae un libro. ¿Lo están calumniando?
- Primero: no conozco mis enemigos. Si existen, no los acepto. No puedo desperdiciar mi vida, que ha sido generosísima conmigo, en rencillas ocultas. Segundo: están equivocados. No se me cae un libro, sino una multitud: los que compro y los que escribo.
- ¿Por qué tan prolífico?
- Por el orden y la humildad con las cuales trabajo. Escribir es una larga y continua paciencia.
- ¿Ya escribió algún libro sobre la carcajada?
- Desafortunadamente no.
- Si no lo ha hecho, por favor, defina la carcajada...
- En mi caso, es la alegría, libre, espontánea, frente a mil variantes circunstanciales de la vida. Es, igualmente, una defensa contra la solemne trascendentalidad.
- ¿No cree que si no tuviera cédula podría presentar su carcajada como documento de identidad?
- Sin ninguna duda. Ella me ha dado identificación nacional.
- ¿Qué tiene del primer apellido y qué del segundo?
- Lo que soy, lo que he realizado, no es sino reflejo de las enseñanzas en mi hogar. Del primer apellido recibí el sentido de los deberes públicos y sociales. Del segundo, cierto sonreído humor y la devoción por la cultura, que también era signo del inicial. Por el Morales aparece el afán de estudio, la constancia en el esfuerzo, la devoción por el respeto de la dignidad de las personas. Mi madre, doña Luisa, venía de familia de abogados, escritores y políticos. Porfirio Barba Jacob - Miguel Ángel Osorio Benítez-, daba resplandores líricos.
- ¿Está amañado con el signo que le tocó en reparto?
- Mi signo, que es el de Leo, me da fuerza y confianza en la existencia. Los especialistas en horóscopos dicen que favorece el ímpetu en múltiples aspectos. Pero la realidad es que el signo es ante todo la actitud que uno escoja ante la vida.
- ¿Si volviera a nacer repetiría el mismo libreto vital?
- Sin ninguna duda. He logrado hacer en mi vida, lo que alentaba en mis sueños desde la infancia. En lo que he actuado -ejercer mi profesión de abogado, en la política, en la escritura- me he comportado con entera libertad. Ningún poder -por fuerte que sea- ha logrado detener mis verdades y mis posiciones ideológicas ante el mundo.
- ¿Cuál era su modus operandi para enamorar damas en Riosucio e intermedias?
- La única regla para el amor es el interés que despierte la dama de los sueños. Se enamora a través de la palabra. Es un diálogo para decir recados de ensoñación. Es esencial la limpieza espiritual para entregar los mensajes de aproximación, de sueño, de pasión, de júbilo interior.
- ¿Le da miedo envejecer?
- En absoluto. Hay miedo cuando no se sabe qué hacer con lo que nos entrega cada etapa del existir.
- ¿Ha sido feliz?
- Sí, porque he logrado hacer lo que me he propuesto. El ala luminosa del amor -de mis seres del alma- y de mis amigos, me ha protegido con alegría y dándome alientos para la esperanza.
- Pecado que más le gusta cometer
- El de mis sueños.
- Virtud que más admira en los otros
- La verdad.
- Defecto que le gustaría tener...
- Tener plata para regalar.
- ¿Quién le gustaría haber sido?
- Yo, en la integridad de mi vida.
- ¿Qué es un amigo?
- El que me acompaña sin exigir ni esperar nada.
- ¿Los enemigos para qué?
- Ese es un desgaste inútil de la existencia.
- ¿Persona que más ha influido en usted?
- Son demasiadas personas a las cuales tengo que agradecerles mucho de lo que soy. Me invaden los nombres del amor, del afecto y de la lucha.
- ¿Lo que lo saca de quicio?
- La mentira.
- ¿Tiene con qué salvar su alma?
- Sí, con mi alegría espontánea.
- ¿De qué quisiera morirse?
- Soy optimista vital. Me gusta la existencia con sus dones y sus abatimientos. Nunca pienso en la muerte.
- ¿Qué le gustaría olvidar?
- Más que olvidar, que no persistieran los dolores colectivos de mi patria.
- ¿Por qué desea que lo recuerden?
- Por mis luchas, siempre a la intemperie. Siempre en defensa de una idea o de alguien. Es mi fortuna, tener sentido de la solidaridad.
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