Me dolió el alma, la silla turca, la cédula, la nostalgia, todo, cuando leí la primera noticia económica redactada por un robot adscrito a la nómina de la agencia Associated Press, AP, en Bogotá.
Sentí que había empezado a desaparecer como periodista. Peor aún: sentí que mi oficio empezaba a desaparecer.
Este suicidio periodístico lo inventó un colega de Los Ángeles Times, a quien no invitaría a almorzar. La primera tarea que le asignó al robot fue redactar una noticia sobre un temblor en California. Así lo hizo. Nadie supo si la escribió un cristiano o la máquina.
El asunto es fácil: los programadores le dan la orden al robot de que baje de internet materiales sobre equis tema y que elabore el despacho. El robot que tiene voto de obediencia no saca disculpas y lo escribe.
El despacho de AP-Bogotá se alimentó de datos bajados con horqueta de la red y elaboró el texto en un inglés sin alma y sin hueso. Reproduzco el párrafo de entrada que va al grano, como los gélidos, pavorosos, comunicados de Los Extraditables:
BOGOTA, Colombia (AP) - Avianca Holdings SA (AVH) on Friday reported earnings that decreased by 83 percent in the first quarter.
El nuevo colega robotizado que se abre paso, no se estresa, no se fatiga, no cobra horas extras ni cesantías, no toma trago ni compensatorios, no come, no bebe, no fuma. Ni siquiera sabe que hace noticias.
Tampoco habla mal del prójimo, no acaba con ninguna virginidad, no toma tinto ni se deja sobornar, no acosa sexualmente. La ética le importa un comino. En cambio la estética también.
El robot tiene la eficiencia del sicario. ¿Cómo no poner las barbas en remojo, así uno esté de salida, como este estupefacto moreno?
Miren no más hasta dónde han llegado las computadoras de ajedrez. Las bautizadas como Deep Fritz y Deep Blue volvieron puré a excampeones encopetados como Kramnik y Kasparov.
Llegará el día en que la máquina produzca sonetos, saque raíces cuadradas, escriba novelas, cartas de amor o desamor, levante mejores planos que los del edificio Space, edite libros de autoayuda, escriba twits, defienda corruptos, corrija textos, ame, traicione, dude, se angustie, ría, llore, toque maracas y violín, componga sinfonías, filosofe, sueñe, ronque, haga pipí por uno.
Señoras y señores, no quiero parecer catastrófico pero me late, o sea, me guau-guau, que los peores días para el periodismo están por venir. Después irán por otras profesiones pero entonces será tarde, como en el verso de Bretch.
Que nadie se entere pero infiltré el robot de AP y le ordené que titulara algunas noticias:
Creación del mundo:
Hay cosas donde
antes no había nada.
Adán:
Tipo que no tiene con quién hablar.
Hitler:
Se suicidó un lapsus con bigote.
Periodistas del mundo, unámonos. Y el último que salga, que apague la luz.
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