Cristo del Corcovado:
Ante todo, le declaro mi envidia por su condición de Cristo chévere, bacán, sin estrés. Parece en un eterno carnaval de Río. Da la impresión de que no lo hubieran crucificado. Se me hace usted un Cristo-Dios inspirado en un texto de Spinoza que bajé de Internet.
Bueno, aquí termina el lambón y empieza el lagarto. La vez que me tomé la inevitable foto a su lado en Río, con los brazos abiertos, no le presenté ningún pliego de peticiones. Creo que le dije que así estaba bien, que "no he tenido quejas de la ternura", y que mi pobreza ha tenido que ver con atardeceres no vistos y libros no leídos.
Le pedí que me regalara enemigos necesarios que cuestionen mis certezas, y que le agradecía si le sobraba un argumento de novela para darle gusto a parientes y amigos que me quieren ver famoso y platudo.
Le dije que me gustaría escribir como Nelson Rodrigues y vender libros como Paulo Coelho, pero que voy sin afán, ligero de equipaje. La inmortalidad literaria la aplacé para la vigésima reencarnación.
Ahora, si hubiera sabido que nos tocaría eliminarnos mañana con Brasil, lo habría designado nuestro jugador número trece y le habría pedido que les decretara amnesia total de fútbol a los pupilos de Scolari. Se lo imploro ahora.
Cristo sin estrés: Necesito que Neymar juegue evangélicamente, es decir, que su pierna derecha ignore lo que hace la izquierda.
Llegó la hora de que usted redistribuya el ingreso futbolístico, pido justicia balompédica. Brasil ha sido cinco veces campeón y Colombia todavía "también tampoco", como decía una empleada del servicio que se me tomaba el ron.
Admito que como Dios que es, le toca ser neutral, pero si compara el fútbol que han mostrado ambas selecciones, puede mandar de vacaciones la imparcialidad y ordenar orgía de goles para los nuestros. Nos merecemos un "maracanazo", así sea en la infernal Fortaleza.
Le cuento una infidencia Cristo que reparte dones: los señores de la guerra en Colombia han decidido que si salimos campeones -también nos sirve el subcampeonato, para que no acabemos con el país en la celebración- de inmediato empezarán a tramitar la pensión de jubilación. Habría silencio en los fusiles. Les estamos guardando el puesto a los guerrillos. Para todos hay.
Claro, estoy agradecido por habernos hecho abuelos de una carioquita, Sofía Mo, espléndida garota de Urca, quien anda por esas tierras practicando Orinoterapia III en las playas de Ipanema. Como dicen los borrachitos, estoy tan agradecido que no tengo con qué pagarle. Pero una cosa es una cosa y otra cosa es una copa mundial.
Disculpe si se me fue la mano pidiendo. Me puede pasar un memo. Le acepto tarjeta amarilla. Roja no.
No le quito más tiempo a su eternidad sin estrés. Espero el milagrito. (Obrigado).
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