En una revista se cuenta de la exreina (de las nuestras, de las que ganan reinados de belleza) que vive feliz en su apartamento enorme, el cual tiene un cuarto especial para sus 300 pares de zapatos. Sus vestidos son de diseñadores famosos y muy costosos. Su esposo es una persona muy rica que le da una vida de ‘reina’. En la portada de otra revista aparecen varios jóvenes ejecutivos, muy exitosos y competentes en sus oficios, supremamente elegantes, vestidos de manera impecable, ellas con joyas finas y ellos con relojes de las marcas más caras. Y en otra publicación la carátula está dedicada a una joven linda y sofisticada, con un título a sus pies que dice "la socialité que será top en 2015".
Al interior de estas revistas, llamadas del corazón o de peluquería, bien sea Caras, Jet-Set o cualquiera otra, se despliega la misma información, los mismos artículos, las mismas fotos, la misma publicidad: todo versa sobre personas famosas, ricas, exitosas, aparentemente felices, con una vida maravillosa, como de cuento de hadas. La publicidad a su vez es de objetos muy costosos que solo gente con mucho dinero puede comprar.
Estas revistas centran su atención en las personas denominadas hoy en día ‘Socialité’, palabra de uso reciente que se refiere a quienes viven en la "alta sociedad", tienen una agitada vida social y son amigas de ser fotografiadas. Para tener un referente, ya extremo, socialité se aplica a personas como Paris Hilton o Kim Kardashian.
Se podría pensar o argumentar que eso es problema de ellos y que existe plena libertad para vivir como cada cual quiera. Sin embargo, el problema es que esta forma de vivir se convierte de alguna manera en un referente de éxito y felicidad para muchos, de algo que se debe alcanzar; mensaje que sus propagandistas, las revistas del corazón y la farándula, saben transmitir muy bien. Por otro lado, hay un aire a banalidad en esta forma de vivir y en su publicidad que ofende, sobre todo en una sociedad como la nuestra donde hay tantas carencias para una buena parte de la población y tantos problemas y conflictos por resolver.
Si muchos persiguen y se esfuerzan por vivir como las revistas de sociedad sugieren, con toda seguridad estas personas olvidarán tejer los lazos de solidaridad que debemos tener como comunidad que somos, e incluso con la propia familia y las personas cercanas. Por otro lado, ese ideal de éxito está centrado en lo material, en lo superficial; y como todo eso cuesta dinero, entonces se emprende una carrera desenfrenada para lograr conseguir esos objetos, que se vuelven fetiches. Miles y miles de profesionales jóvenes empobrecen su existencia y su vida al obsesionarse con unos referentes de realización y logro centrados en lo material, el lujo y el prestigio: carros y viviendas lujosas, joyas y relojes, viajes, fincas de recreo, arte, restaurantes, altos cargos y un sinnúmero de objetos y de lo que hoy se llama ‘experiencias’, de tal manera que su vida queda atiborrada de todo esto, olvidando la sencillez, la solidaridad y la compasión, virtudes tan necesarias en este tiempo y siempre.
Sería bueno que quienes tienen el privilegio de ejercer liderazgo en la sociedad no se dejen llevar por esa ola de banalidad y ambición que impregna de manera fuerte las relaciones sociales, el mercado y el trabajo. Puede haber mucha más satisfacción, y de hecho la hay, en objetivos más profundos tanto a nivel personal como colectivo. Toda esta quimera del oro, como en la película de Chaplin, al final solo deja frustración. Se puede vivir diferente, renunciar a la dictadura de la banalidad y lograr mayor trascendencia.
Tener 300 pares de zapatos es indigno en cualquier momento y circunstancia. Así como lo es publicarlo.
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