El 5 de enero se posesionó la nueva Asamblea Legislativa de Venezuela, marcando el inicio de una nueva etapa política en este país. No cabe duda de que acabó la hegemonía chavista, la cual durante 17 años buscó por todos los medios posibles la transformación total del Estado venezolano. Como “El Socialismo del Siglo XXI” fue bautizado el régimen que pretendió expandir al máximo la intervención del Estado y reducir de forma extrema el poder de los particulares, especialmente en cuanto a la economía de mercado. También quiso anular a las organizaciones políticas que no estuvieran al servicio del caudillo. Sin duda un régimen de pretensiones totalitarias, así conservara formas de la democracia liberal, formas que finalmente fueron el instrumento para que la población decidiera por votación popular que ya era hora de un cambio. Y eso es lo que viene ahora, a partir de este momento hasta las próximas elecciones presidenciales. Porque, sin duda, el reemplazo de Maduro vendrá de la que hoy es la oposición. Esto contando con que no haya un colapso institucional antes.
El legado de Chávez será al final del día más el de una victoria pírrica, pues los logros, que los ha habido, son muchos menos que los errores. Una economía destrozada perjudica a todos, nadie se salva. Asimismo, el abuso arbitrario termina por agotar al más paciente, mientras la inseguridad que padecen los venezolanos da escalofrío. Maduro proyecta un plan de choque para profundizar la revolución, pero no cabe duda de que la economía no se recuperará en lo que queda de su mandato, y con seguridad sus medidas serán como tapar huecos abriendo otros más grandes.
Los sucesos recientes de impugnación a la elección de tres diputados de la oposición a la Asamblea Nacional, son solo el inicio de una muy dura disputa que se dará entre chavismo y oposición hasta las próximas elecciones presidenciales en el 2017. Esta disputa ya comenzó en el terreno jurídico, pero de una manera en la que el chavismo sigue teniendo muchas más herramientas que la MUD -Mesa de Unidad Democrática, pues domina instancias claves del poder judicial y de órganos de control y vigilancia. Y en este terreno no vacilará el gobierno en extralimitar de manera grotesca interpretaciones legales que pretendan diezmar la mayoría de la oposición en la Asamblea y aislar a la misma corporación legislativa de la dirección del Estado.
Dadas las condiciones políticas que fue sembrando el chavismo en 17 años, en los que la confrontación y el conflicto enconado penetraron todas las dimensiones de la vida social y política, es impensable que el gobierno y la oposición lleguen a acuerdos razonables para guiar al país. Y ha sido tanto el maltrato y la agresión contra quienes han disentido de Chávez y Maduro que es difícil pensar que la oposición tenga un propósito diferente a la salida del poder del chavismo.
En regímenes parlamentarios, la toma del poder legislativo por la oposición significa automáticamente el cambio de gobierno. En regímenes presidenciales se hace más difícil para el ejecutivo cumplir con su plan de gobierno al no contar con mayoría en el Congreso, por lo cual debe llegar en un buen número de veces a acuerdos y transacciones. En Venezuela, régimen presidencial, Maduro continúa en el poder y no habrá ningún tipo de concertación. En este escenario la lucha será muy fuerte y el régimen chavista hará todo lo que se requiera, llegando a extremos impensables, para mantener el poder y dar una última batalla el año entrante. Saben que si pierden, lo pierden todo y muchos de ellos podrían ir a parar a la cárcel, pues la corrupción y el delito han sido para dar y convidar.
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