Es evidente que el secuestro del general Rubén Darío Alzate constituye un hecho tremendamente perturbador del actual proceso de paz entre el Gobierno y las Farc. Sin embargo, si este evento es tratado cuidadosamente por ambas partes, con seguridad será superado el obstáculo y las negociaciones continuarán, tal vez con elementos nuevos sobre la mesa que impulsen el proceso positivamente. Solo una imprudencia mayor de alguna de las partes, que también sería una irresponsabilidad histórica, causaría el fin de las negociaciones.
El hecho en sí mismo, el secuestro del general Alzate, revela una gran cantidad de facetas de un proceso como el que estamos viviendo: una negociación que tiene como finalidad poner fin a una guerra interna sin que la confrontación haya cesado. Todo comienza, como se ha repetido una y otra vez, a partir de una seria imprudencia del oficial. Si bien no hay información disponible para la opinión que nos ilustre el motivo del viaje del general al caserío de Las Mercedes en las orillas del río Atrato, viajar en solitario por una zona de alta presencia de la guerrilla es algo que bajo ningún punto de vista puede hacer un general. Él debería haber sabido que su seguridad iba más allá de su libertad individual y que era una materia de Estado. En la lógica del conflicto era inevitable que los guerrilleros no tomaran al general y sus dos acompañantes. Así mismo, era imposible que el presidente Santos no respondiera suspendiendo el curso de las negociaciones. Se podría decir que lo ocurrido lo único que hace es poner en dificultades a las dos partes. El gobierno no puede retomar los diálogos de paz mientras que el general no regrese y la guerrilla tendrá que liberarlo de una manera tal que no envíe una señal de debilidad a su base y a su contraparte.
Hay dos fenómenos que es preciso entender, que van más allá de lo que se pueda desear. El primero es que cuando los enemigos acuerdan sentarse a negociar para resolver un conflicto hay elementos de la relación que cambian, y esto hay que aceptarlo. Para el caso concreto, se genera cierta igualdad entre las partes, surgen unas reglas comunes que ambos deben respetar. Se acordó negociar en medio del conflicto y, por antipático que suene, que el general Alzate haya caído en manos de las Farc hace parte del conflicto. El segundo elemento es aparentemente contradictorio con el anterior, pues si bien hay una simetría entre las partes negociadoras, esta simetría es relativa, depende de la realidad concreta de la confrontación y las negociaciones, del sentimiento de la población y de un conjunto de guías que orientan la guerra y la paz. Por más que se negocie sin cese del fuego, las Farc, bajo las circunstancias actuales, tienen que ser supremamente cuidadosas con lo que hacen, pues no todo aquello a lo que están acostumbradas en su accionar guerrero es aceptable bajo la existencia de una mesa de diálogo. Sin el entendimiento de esta paradoja no será posible solucionar el problema que hay entre manos y seguir adelante.
El secuestro del general Alzate se resolverá. Con seguridad ya se está trabajando en ello. Sin lugar a dudas el Gobierno cubano le hablará al oído a la comandancia de las Farc, pues el éxito del proceso es fundamental para el futuro de la isla a nivel internacional y no van a permitir que el diálogo se rompa. Otros actores importantes también harán lo suyo.
Muy a pesar de quienes quieren más guerra y balas, el proceso seguirá y saldrá adelante. Aunque todavía falta mucho y más retos difíciles por enfrentar.
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