Con el proceso de elección presidencial ya finalizado, una de las conclusiones que se pueden sacar es que buena parte de lo que se habla y escribe sobre política referente a hechos futuros es mera especulación con un buen margen de error. Este ejercicio eterno se hace bien por cumplir una tarea, como escribir una columna por ejemplo; por conveniencia, como hacen los políticos y sus asesores, o por mero entretenimiento, en el caso de todas las tertulias sobre la materia que se dan entre amigos. La incertidumbre e inestabilidad de las predicciones tiene una explicación: la interacción humana que se da en el terreno de la política es compleja y sutil al mismo tiempo, por lo cual cualquier cambio, por pequeño que sea, de la infinidad de variables que intervienen en la construcción de los hechos finales, modifica en un sentido u otro los pronósticos o las tendencias que se vislumbran con anticipación. Las proyecciones y especulaciones previas no están construidas en terreno firme, y por eso su considerable posibilidad de no acertar. Todos los días hay una foto nueva, pero ninguna será la definitiva.
En un momento parecía que Santos ganaba en primera vuelta y que las elecciones serían aburridas y sin sustancia. En otro daba la impresión de que a la segunda vuelta llegarían el presidente y Peñalosa, con una posibilidad seria de que el candidato Verde ganara. Por último llegó desde atrás Óscar Iván Zuluaga y ganó la primera vuelta, produciéndose una sensación en el ambiente de que seguiría de largo y ganaría la presidencia. Por otro lado, nadie pensó en votaciones tan altas para Clara López y Marta Lucía Ramírez. Y como remate, el casi millón de votos de diferencia que Santos logró sobre Zuluaga el domingo pasado tampoco fue sospechado por la gran mayoría.
Muchos reclaman hoy el triunfo del presidente Santos como suyo: la coalición de la Unidad Nacional, los cuarenta y dos congresistas conservadores que llegaron a la campaña después de primera vuelta, el alcalde Petro, los estrategas de la campaña, los electores de izquierda y centro (Polo Democrático y Alianza Verde). A todos les cabe razón, una razón relativa, pues cada uno de ellos fue definitivo para el triunfo, pero ninguno fue el único responsable. Sin la participación de cualquiera de ellos, tal vez se habría perdido la elección, pero el triunfo es gracias a todos. Para un resultado o consecuencia las causas siempre son múltiples, nunca únicas. Esto aplica a todo lo que vivimos.
El período que termina el siete de agosto próximo estuvo lleno de sorpresas no pensadas por nadie, tal vez ni por el mismo Santos. ¿Quién dice que no sucederá igual ahora? Lo que viene en este segundo mandato del presidente se irá descubriendo día a día en estos cuatro años que apenas comienzan.
El principal asunto para la sociedad colombiana y su Estado será, obviamente, el proceso de paz. Todo indica, hasta ahora, que seguirá su avance hasta la firma de un acuerdo definitivo que ponga fin a la lucha armada. Pareciera que la oposición uribista no tendrá el poder suficiente para boicotearlo, sin embargo dos interrogantes deberán resolverse en el camino por transitar: la actitud que tomen las Farc luego de que Santos ganó con la bandera de la paz y el tratamiento que en la mesa se dé al dolor y sufrimiento que la guerra ha producido en medio siglo y que ha golpeado a millones de personas. En cuanto a lo primero, un riesgo es que la guerrilla se aproveche de la obligación que tiene ahora el gobierno de finalizar exitosamente el proceso de paz y abuse del nuevo escenario con peticiones desbordadas o se niegue a asumir sus responsabilidades por el daño causado. Respecto al tratamiento que se dará a tanto dolor producido en esta larga guerra, solo será posible encontrar respuestas adecuadas si todos los involucrados reconocen lo que les corresponde. En este punto la discusión inicial no es si cárcel o no cárcel. El asunto es el reconocimiento de lo hecho, un sincero arrepentimiento y el propósito de enmienda, así el daño original ya no tenga reversa. Si este camino se transita desde el corazón y lo profundo del alma, y no desde la política, gran parte de la solución ya estará lograda.
Un gobierno que traiga profundas transformaciones es posible hoy y ahora. Ojalá todo confluya para que en cuatro años tengamos un país más sano y justo. El presidente Santos tiene la primera palabra.
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