… ¡¡Un acuerdo final para la paz!!
Al momento de escribir esta columna, miércoles 24 de agosto al medio día, solamente se sabía que ya estaba listo el acuerdo final, pero se desconocía el contenido del último acuerdo parcial, aquel que debe contemplar la elegibilidad política para las Farc, es decir, cómo sería su ingreso a la política, cuántos representantes tendrían en el Congreso de forma directa y por cuánto tiempo, y si sus máximos comandantes, quienes tendrán que acudir a la justicia transicional, podrán llegar a los cargos de representación. Acuerdo que también sentará las bases para la amnistía que tendrá que ser tramitada en el Congreso para los delitos que no deben ir a la jurisdicción para la paz. Para cuando esto se conozca, ya estará cerrada la edición de hoy de este diario.
Sin embargo, no podía ser otro el tema de este espacio, pues el acuerdo final es literalmente el punto final de una negociación que, a su vez, le pone punto final a una guerra de medio siglo. Como alguna vez se dijera, el fin del fin. Lo que por tanto tiempo, décadas, fue una quimera, hoy es una realidad: un acuerdo para que las Farc desaparezca, para darle sepultura al conflicto armado interno que tanto sufrimiento le ha causado a la nación.
Empezando con Belisario Betancur, siete presidentes han buscado lograr un acuerdo con esta guerrilla, por 34 años. La guerra ha sido más larga: 52 años. Tal ha sido la influencia de las Farc en la vida nacional, que por una u otra razón, han sido determinantes en la elección de los últimos tres presidentes, en cinco elecciones consecutivas.
El trabajo en Cuba ha finalizado, casi seis años de una juiciosa labor de las partes, tiempo en el cual ha sido evidente la seriedad, competencia y dedicación que ha tenido el equipo negociador del Gobierno, con Humberto de la Calle a la cabeza. Por su parte, las Farc transitaron el camino partiendo de la prevención, la arrogancia y la hostilidad, hasta llegar a una decisión sin atisbo de duda respecto a la necesidad y urgencia de terminar la guerra.
Es también momento de reconocer el compromiso inquebrantable de las Fuerzas Armadas con el proceso de paz. Tanto en La Habana como en el terreno. Si alguien tiene dudas respecto al acuerdo de paz y su contenido, vale la pena que piense en el trabajo permanente de muchos miembros de las Fuerzas Armadas en la construcción de lo logrado. En la mesa estuvo sentado todo este tiempo el general Jorge Enrique Mora, un soldado duro y curtido en el combate, que sin duda no hubiera avalado ningún acuerdo que fuera lesivo para la seguridad nacional y el país en general. Por su parte, el general Javier Flórez lideró los temas de cese al fuego y de hostilidades. Una fuerza pública comprometida en La Habana y en el terreno con el proceso de paz, tiene que ser aval suficiente de la conveniencia del paso que vamos a dar.
Ahora nos pasan la posta a todos los ciudadanos, quienes tendremos la responsabilidad de confirmar el día del plebiscito lo acordado en La Habana. Y una vez le demos con nuestro voto el visto bueno a lo logrado en la mesa de negociación, vendrá una ardua tarea del Gobierno, el Congreso y la Corte Constitucional en la construcción de toda la arquitectura institucional que permitirá avanzar en la ejecución de lo pactado.
En los últimos 120 años el país ha padecido tres guerras: la de los Mil Días (1899-1902), La Violencia (1948-1958) y el Conflicto Armado Interno (1964 a la fecha). Las dos primeras terminaron en una mesa de negociación, poniendo fin a páginas de horror de nuestra historia. Ahora estamos ad portas de hacer lo propio con la guerra que nos tocó. Los negociadores ya hicieron lo suyo, nos toca a los ciudadanos hacer lo nuestro el día del plebiscito. El sí es el adiós definitivo a esta última guerra.
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