El proceso de paz que se está adelantando en La Habana entre el Gobierno Nacional y las Farc comenzó en medio de la confrontación, sin que las partes demandaran cesar la guerra. Era la única manera de arrancar. Incluso, en las conversaciones preliminares al inicio formal de la negociación, la fuerza pública dio de baja al comandante de esta guerrilla: Alfonso Cano, y esto no afectó el curso del diálogo. Más adelante, cuando el proceso ya mostraba cierta solvencia, las Farc propusieron que se debía llevar a la mesa el tema de un cese al fuego bilateral. La respuesta del gobierno fue negativa e insistió en que no pararía las acciones militares contra este grupo insurgente. La opinión también era contraria a que se diera este paso.
En el proceso de negociaciones anterior al vigente, el adelantado por el presidente Pastrana en el Caguán, fue el gobierno quien insistió permanentemente en la necesidad del cese al fuego, y las Farc las renuentes a que se pactara. El tema solo entró en la agenda a raíz del informe del Grupo de Notables a finales del 2001 y la grave crisis que el proceso tuvo en los primeros días del 2002. Únicamente bajo estas circunstancias empezó a ser discutido en la mesa justo tres semanas antes de la ruptura definitiva, y apenas se estaban haciendo las primeras exploraciones, tal vez sin mayor futuro.
En el proceso de paz actual los roles se han cambiado: las Farc lo ha propuesto casi desde el inicio y el gobierno lo ha negado sistemáticamente. Pero esto parece haber cambiado, pues el presidente Santos en su primera alocución televisada de este año indicó que había dado instrucciones a los negociadores del gobierno para que inicien "lo más pronto posible la discusión sobre el punto del cese de fuego y hostilidades bilateral y definitivo". El presidente comprendió que la evolución de las negociaciones demanda este cambio y que lograr un cese al fuego bilateral en este momento es posible y conveniente.
Es posible porque el proceso está llegando a un punto de no retorno, de no tener reversa. Las Farc han declarado hasta el momento cinco ceses unilaterales del fuego, los cuatro primeros con un término de duración que no pasó del mes y el último indefinido, comenzando el veinte de diciembre pasado. Los cumplimientos han estado entre el 90 y 100%, así cueste trabajo creerlo (http://www.las2orillas.co/va-mes-farc-ha-cumplido-con-la-tregua/).
Y si la guerrilla cumple cabalmente su promesa, no cabe duda que al gobierno le quedará más difícil emprender una ofensiva, teniendo en cuenta el avance promisorio de las negociaciones de La Habana. Los críticos de un acuerdo de cese al fuego bilateral piensan que una medida así serviría para que las Farc tomaran un segundo aire, se rearmaran, reclutaran y pensaran en retomar la guerra si en la mesa no se satisfacen plenamente sus deseos. Así mismo, desconfían de los medios para vigilar el cumplimiento de la medida. Los asiste el temor por los antecedentes de anteriores procesos de paz, especialmente el del Caguán. Pero en este momento no hay chance de que estos temores se hagan realidad. La situación militar actual de la guerrilla y la fuerza pública lo hace imposible por la supremacía de esta última, y la evolución de las negociaciones a las claras muestra la intención de la guerrilla de ponerle un punto final a esta confrontación violenta de más de cincuenta años. Además, hoy existen maneras de supervisar y vigilar el cumplimiento de un cese al fuego. La experiencia internacional es amplia en este sentido. Hay unas nuevas realidades que indican que sería un despropósito tremendo un muerto más de cuenta de esta confrontación: civiles, militares y guerrilleros. Algo parecido a lo que les sucedió a los soldados japoneses y norteamericanos que murieron combatiendo en algunas islas del pacífico mucho después de que el emperador Hirohito firmara la rendición del Japón en la Segunda Guerra Mundial.
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