En el último mes y medio hemos podido ver en el canal NatGO -National Geografic Channel, un muy buen documental titulado “Before the flood” (Antes de la inundación) conducido por el actor Leonardo Di Caprio, el cual nos vuelve a alertar sobre los gravísimos riesgos que conlleva para la especie humana y la vida en el planeta el fenómeno del calentamiento global. Di Caprio viajó durante dos años por muchas regiones del mundo y pudo evidenciar de primera mano los tremendos daños ambientales que ya se han causado y las señales que indican lo que está por venir si no realizamos una transformación radical en la manera en que vivimos la gran mayoría de habitantes del planeta.
El Ártico se está derritiendo, Groenlandia desaparecerá al igual que centenares de pequeñas islas a lo largo y ancho del mundo, la mitad del arrecife de coral de todo el planeta ha desaparecido en los últimos treinta años, el 80 % de la selva de Indonesia ya ha sido incendiada y destruida para cultivar palma de aceite (este país produce más CO2 al año que Estados Unidos debido a estos incendios). El Amazonas asediado por la ganadería y los cultivos extensivos, la pesca en franco deterioro - de esta actividad depende la base alimenticia y el sustento de mil millones de personas. El daño llega a todos, aunque golpea mucho más fuertemente a los pobres. La ciudad de Miami Dale ha tenido que gastar USD 500 millones en un sistema de motobombas que remueve las inundaciones que ya se presentan bajo ciertas condiciones climáticas. Hay regiones del mundo que han sufrido en estos últimos años la peor sequía en 900 años. En fin, seguir con las tragedias coparía el espacio de muchas columnas, tal vez nunca acabaríamos.
Hay dos causas fundamentales para este apocalipsis: el nivel de uso al que hemos llegado de los combustibles fósiles y la desaforada producción y consumo humano. La economía mundial todavía gira alrededor del petróleo y depende de producir cada vez más y más. Es una línea larga que en un extremo tiene a muy poderosas empresas, que subyugan y corrompen gobiernos, y en el otro extremo a la persona individual, el consumidor, que cada día quiere más y más. En Estados Unidos las petroleras compran congresistas, entre ellos al presidente del comité ambiental del senado, James Inhofe, quien no cree en el cambio climático y escribió el libro “La gran farsa: como la conspiración del cambio climático amenaza su futuro”. A este senador las petroleras le aportan dólares a raudales para sus campañas. Y ahora, ni qué decir de Donald Trump, descreído también de este inocultable fenómeno.
Por su parte China ha construido su desarrollo económico de las últimas décadas al costo de una contaminación descomunal y el uso del carbón a gran escala. Siendo el gobierno chino autoritario y muchas veces tiránico, hoy debe soportar permanentes y masivas protestas de los ciudadanos por el tema ambiental, quienes ya tienen que comer, pero no pueden respirar.
Y por todas partes queremos comer más y más carne, especialmente de res. Que una sociedad consuma más carne es visto como señal de progreso. Pero, hay un pero enorme, no hay actividad más dañina para la atmósfera que los gases metanos expelidos por el ganado vacuno, de la mano de la deforestación para hacer potreros.
La responsabilidad nos cabe a todos, nadie se escapa. Los ciudadanos tenemos mucho que hacer, empezando por un consumo más responsable y racional. Y en últimas, moviendo el eje sobre el cual gira nuestra vida, que hasta ahora y especialmente ahora, ha sido y es la consecución de cosas materiales, de riqueza. Podemos vivir con menos, comprar menos y no malgastar nada.
Di Caprio dice en el documental que al visitar algunas regiones donde se está explotando carbón o petróleo, tuvo la impresión de estar viendo una de esas películas futuristas luego de un gran cataclismo, donde todo es gris y desolado, donde no hay esperanza del verde. Antes de que esto pase, antes de una gran inundación, tenemos que cambiar nuestra vida. Solo la conciencia renovada, de la mano de tecnologías limpias, nos salvarán de la extinción.
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