Nos faltaban los pueblos que más interés suscitaban en mí, los pueblos ricos en templos y vestigios de los griegos: Siracusa, Agrigento, Segesta y Selinonte. Empecemos por Siracusa, que fue una de las ciudades más importantes de la Magna Grecia. No está por demás recordar que Magna Grecia era el nombre que daban griegos y romanos a las colonias griegas de Italia y de Sicilia, colonias cuyas polis comerciaban con Grecia, la metrópoli.
Siracusa fue fundada en el año 734 antes de Cristo. De todas las ciudades de la Puglia y de Sicilia hemos dicho que presenciaron el paso de sucesivas oleadas de conquistadores que en ellas dejaron su huella. Me dediqué a leer la historia de Siracusa y creo que ninguna ciudad de Italia ha tenido tantos invasores como ella y por lo mismo quizá ninguna pueda ufanarse de tantos motivos arqueológicos, arquitectónicos y artísticos como Siracusa. Esta es la lista que logré conseguir, en orden cronológico: griegos, cartagineses, romanos, vándalos, godos, bizantinos, árabes, normandos, angevinos, aragoneses, corte de Carlos V, reino Sabaudo, austríacos y borbones. Los fundadores de la ciudad llegaron a la isla Ortigia. Siracusa se encuentra hoy asentada en dos, digamos, “barrios”: en la Isla Ortigia y en el continente, unidos por un puente. Iván Gioia me detuvo a la entrada de la isla en la fuente Aretusa, que se ha convertido en el símbolo de la ciudad.
La leyenda griega de Alfeo y Aretusa tiene, como casi todas, varias versiones. Una de ella, la más conocida, dice que Alfeo era un río, uno de los oceánidas, hijo del Océano y de Tetis. Tetis, recordemos, era la madre de Aquiles. Alfeo era un cazador y se enamoró de Aretusa que era una ninfa que formaba parte del séquito de Artemisa, o Diana, la diosa de la cacería. Aretusa había jurado permanecer virgen toda la vida. Para evitar el acoso de su pretendiente la ninfa huyó a Ortigia donde se convirtió en fuente. Loco de amor por ella Alfeo se convirtió en el río Peloponeso y viajó por debajo de la tierra y del mar desde Grecia hasta Ortigia para unirse a su amada. Y este es el origen de la fuente ubicada a la entrada de la isla Ortigia.
Pasamos bajo la puerta de la muralla y ante nuestros ojos, ávidos de arte, aparece la Piazza del Duomo.
¡Vaya banquete de belleza! Una plaza alargada toda ella flanqueada por construcciones barrocas, palacios, templos, casonas... y en el fondo Il Duomo, o sea la catedral barroca del siglo XVIII. Su magnífica fachada, en dos pisos, mereció muchas fotos mías; sus macizas columnas, sus estatuas, todos sus detalles quedaron plasmados en mi cámara. Primeramente fue templo dórico períptero de la diosa Atenea y en el siglo VII, en la época bizantina, se convirtió en iglesia cristiana. Ya dentro del templo pudimos admirar las macizas columnas que fueron del templo de la diosa de la sabiduría, “la Atenea glaucopis”, la deidad de los ojos brillantes o de lechuza.
Cruzando la plaza y avanzando hasta el fondo llegamos a las imponentes ruinas del templo de Apolo, uno de los primeros templos dóricos perípteros de Sicilia. Su construcción data del siglo VI antes de Cristo, el siglo de la grandeza de Atenas. Creo haberlo dicho ya, los templos dóricos, tan simples y macizos como bellos, son mis preferidos entre todos los fantásticos templos griegos y romanos. La mayor concentración de vestigios de la antigüedad griega se encuentra en tierra firme a la que accedimos pasando de nuevo el puente.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015