Al sureste de Polignano, también a la orilla del Adriático, visitamos Monopolis. De entrada nos impactó el puerto con las barcas de varios colores. En un muro del castillo que da al mar hay una inscripción y un grabado con el que se rinde homenaje a unos ciudadanos de Monopolis que arriesgando su vida salvaron a unos marineros que estaban a punto de ahogarse. Monopolis, como todos los pueblos de la Puglia tiene su castillo que fue reforzado por los españoles para defenderse de los turcos. El castillo es de planta poligonal, macizo como todos para resistir a los embates. Recorrer las calles estrechas es una delicia, admirando palacetes y escudos nobiliarios.
La ciudad tuvo una época de gran esplendor en tiempos de los bizantinos y normandos. Imponente la catedral barroca edificada en 1107. Esta fue una de las iglesias cuyo interior más me impactó, siendo que todas son muy bellas. La decoración total de paredes, columnas y artesonado es maravillosa. Nos dijeron que el icono bizantino de “La Madonna della Madia” es único en Italia por sus características. No se puede dejar de visitar en Monopolis la iglesia de Santa María Amalfitana, que fue construida en una gruta de los monjes basilianos.
De Monopolis seguimos a Ostuni. En esta Puglia el viajero va de asombro en asombro. Primero la vimos desde la llanura, esparcida en tres colinas, toda ella blanca, como los pueblos de Andalucía. Entramos a pie, llevando a la izquierda un murallón blanco de unos 300 metros de longitud y unos 20 de altura. Son paredes de las casas. Y llevando a la derecha el indefinible paisaje verde de cultivos, viñedos, frutales y olivares. Ese mar verde linda con el mar azul del Adriático. La larga calle es un mirador espléndido de la campiña pugliesa. Luego sí, nos dirigimos al interior, al casco antiguo. Las calles estrechas blanquísimas… la catedral con la fachada gótica más bella de la Puglia para mí. Una impresionante esfera adornada con caracteres góticos la embellece.
¿Ya dije que en Puglia hay hoteles en la campiña, a pocos kilómetros de las ciudades en un ambiente campestre refrescante, entre viñedos, olivares y frutales?
El de este día fue uno de ellos y se llama Casale del Murguese. Como cosa curiosa los visitantes deben arrastrar o cargar sus maletas un tramo corto entre jardines para llegar a las habitaciones.
Fuimos bendecidos por la climatología de este verano europeo. Todos los días fueron azules desde el alba hasta el ocaso. El calor era fuerte, muy a menudo llegaba y sobrepasaba los 40 grados, pero afortunadamente estoy acostumbrado a él y lo gozo.
Y llegamos a un pueblo llamado La Castellana y su famosa gruta se llama evidentemente: Grotte di Castellana. En todo el viaje fue el único lugar donde tuve un disgusto: no dejan hacer fotos en el interior. No hubo poder humano que me lo permitiera. Nos dijeron que “la próxima vez” debemos ir a la alcaldía y conseguir el correspondiente permiso. (Chistosos, ¿no?). Como si la próxima vez fuera tan fácil, no estando La Castellana a la vuelta de la esquina. Pero como ante todo hay que ser objetivos y justos, esta gruta es la más bella que he visitado en mi vida. Y, vaya si me he metido en cuevas en todo el mundo. Tengo ahora el recuerdo reciente de otra gruta espectacular que visité en Líbano, Asia Menor y otra en China. El recorrido de las Grutas de la Castellana es de tres kilómetros. Solo permiten fotos a la entrada.
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