Hacia mediodía llegamos a un arroyuelo de agua verde que corre entre morichales. Allí, a la sombra, almorzamos. En los Llanos la llaman moriche y en la selva amazónica cananguche y respectivamente morichales y cananguchales. Es la palma reina de estas regiones. De ella se utiliza todo: el tronco para hacer casas, las grandes ramas para techar las viviendas y las malocas, los frutos para comerlos directamente o para preparar chicha. Los morichales suelen crecer en largas líneas que forman, para mí, el más bello paisaje de las sabanas de los Llanos Orientales. Esta palmera se encuentra en todos los países tropicales de América. También la llaman aguaje porque parece formar una asociación con el agua. O bien la palmera crece donde hay agua o bien la palmera “trae” el agua. La palmera se carga con muchísimas pepas. El sabio Humboldt dice que le contó a una palmera 25.000 frutos. La pepa es de sabor agradable y contiene caroteno y vitaminas E y C. En Perú preparan una malteada con ella.
El nombre científico es “Mauritia flexosa”. “Mauritia” en honor de un tal Mauricio. Así la nombró quien la clasificó. Y “flexosa” porque las grandes ramas “flexan”, se doblan al vaivén del viento. La palabra Maurice se pronuncia moriz y de allí viene la palabra moriche. Todo esto me traslada a Méjico y a sus mariachis, por una asociación de ideas. En tiempo del emperador Maximiliano se quería imponer el francés en Méjico. Había unos cantantes populares que alegraban los matrimonios. Matrimonio en francés se escribe “mariage” y al verlos pasar con sus guitarrones la gente decía: allí van a un mariachi o allí van los mariachis, palabra parecida a la pronunciación de mariage. Maurice, moritz, moriche. Mariage, mariach, mariachi, más o menos. En los cananguchales se suele encontrar una serpiente de color rojo llamada precisamente canangucha.
Y así admirando morichales y afloramientos rocosos llegamos al tercer río de la travesía, el Mesetas, indudablemente el más bello de los tres. Fueron el Bita, el Dagua y el Mesetas.
En la margen izquierda del río hay una casa-tienda, con venta de diversos productos y con una mesa de billar. ¡El río se parece mucho al Dagua con sus cascadones, pocetas, chorros, remansos y rocas! Las aguas son del color negro brillante que ya hemos descrito.
Pasamos el río en un ferry. Al otro lado en un arenal blanco hay una piedra de tal vez dos metros de altura, completamente redonda como bola de billar. Yo la recordaba de otro de mis viajes por esta región. La roca, como es natural, llama mucho la atención. Llamémosla, una roca inolvidable.
Desde unas tres horas antes veníamos mirando en el horizonte cómo se agrandaba la mole del Cerro Humeante, afloramiento que es referente de estas tierras del oriente del Vichada. Mientras estuvimos en tierra lo vimos desde todas partes y digo en tierra porque también hicimos largas navegaciones por los ríos Tomo, Tuparro y Orinoco. Abandonando el carreteable nuestro vehículo se metió por la sabana esquivando rocas y evitando pisar matas diferentes al pasto. Esta ciperácea que cubre todos los Llanos Orientales lleva el nombre científico de “Andropogon bicornis”, que quiere decir barba de hombre de dos puntas o mejor barba de dos puntas de hombre. Esta hierba no forma los matojos o macollas tan bellas que se ven en los páramos y que están constituidas por una planta gramínea denominada “Calamagrostis effusa”. El vehículo nos llevó hasta donde pudo y de ahí en adelante debimos “echar infantería” como decimos familiarmente, para acercarnos al Cerro Humeante.
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