Nos estábamos dando un banquete en el Valle de los Templos en Agrigento. Llegamos a la zona de los cementerios. Primero vemos la necrópolis romana de Giambertoni del siglo III a.C, luego un cementerio bizantino y unas catacumbas del siglo IV de nuestra era. Y llegamos así al Templo de la Concordia, considerado como una de las más perfectas realizaciones del estilo dórico de la antigüedad.
Se parece al Teseion de Atenas. Este se encuentra en una colina en el extremo del ágora de la capital de Grecia y sirve de punto de comparación para muchos templos similares esparcidos por toda el área mediterránea y que corresponden a la misma época, siglos VI y V a.C. Estos dos, el de la Concordia y el Teseion sumados a un tercero, el Poseidón en Paestum, suelen ser citados como los más perfectos sobrevivientes del estilo dórico hexástilo. Tengo la suerte de conocerlos.
El Templo de la Concordia es períptero con 6 columnas frontales (hexástilo), 13 laterales y 34 totales. En el siglo VI fue utilizado como basílica cristiana y esto lo salvó. Para acondicionarlo al rito católico fueron pocos los cambios que se le hicieron y sirvió como iglesia hasta 1748 cuando fue restituido a su esplendor original. Creo que alguna vez comenté que el hecho de convertir templos antiguos en iglesias cristianas o mezquitas fue arma de doble filo. En algunos casos sirvió para salvar las edificaciones y en otros los cambios fueron tales que se desfiguró la construcción original. Los cristianos fueron más respetuosos en este cometido que los árabes y los otomanos quienes solían destrozar las construcciones o las destinaban a usos totalmente contrarios para lo que fueron construidas. Por ejemplo, los templos de la Acrópolis de Atenas sirvieron de harén a los sultanes. Incluso uno de ellos fue utilizado como polvorín que al estallar produjo grandes destrozos. Otros templos fueron convertidos en fortalezas que como tales sufrieron grandes desperfectos en épocas de guerra y otros, los más perjudicados, fueron desmontados piedra por piedra para servir a otras construcciones. Los templos dóricos se distinguen porque las columnas arrancan directamente del suelo, sin basamento. Se levantan desde el último escalón, o sea el tercero (suelen ser tres) y rematan sin ningún ornamento, a diferencia del estilo jónico y del corintio. Los templos dóricos suelen ser perípteros y hexástilos. El sentido griego de la armonía y de la perfección no era amante de las construcciones cuadradas, para ellos la perfección estaba en el rectángulo, siendo los lados largos de estos apenas un poco más largos que los cortos. Entonces el templo dórico perfecto solía tener 6 columnas de frente y 13 de lado. Para los griegos la perfección de la figura era x (equix) de frente y “dos equis más uno” de lado, o sea, en este caso 6 y 13. Hubo templos de 8 y 17. El Partenón, el más célebre y el más bello de los templos griegos dóricos sobrevivientes rompía la regla del 6 por 13 pero seguía la norma del “dos equis más uno”: 8 columnas de frente y 17 de lado. Las columnas dóricas no eran lisas; tenían entre 16 y 20 acanaladuras.
Mi siguiente templo es el de Junio Lacinia. Juno le decían los romanos a Hera la esposa de Zeus (Júpiter). Era, obviamente, dórico períptero hexástilo y es el mejor conservado después del de la Concordia. El lado largo norte conserva todo el poderoso arquitrabe. Del edificio original se conservan 25 columnas, algunas enteras, otras rotas. El techo no existe.
El templo dórico perfecto solía tener 6 columnas de frente y 13 de lado.
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