Desde luego que por todo lo dicho y lo que diré en próximas entregas, mi admiración por un país organizado, tan organizado, no perfecto desde luego, porque nada en este mundo es perfecto, crece y crece. Pero sigamos con la “Stampede”. Durante los eventos la inmensa área destinada a la fiesta se llena con toda clase de atracciones y juegos mecánicos para chicos y grandes y de ventas de comida para todos los gustos. Hay mucha alegría, simpatía y solidaridad entre todos los visitantes. Ya diremos que Canadá es un país que se caracteriza por la solidaridad de sus ciudadanos. Abundan los voluntarios para causas de todo tipo, dentro y fuera del país.
Algunos colombianos, amantes de “lo gratiniano”, serían felices en estas fiestas porque todos los días en diferentes sitios de la ciudad se sirven desayunos gratis para todo mundo. Gratis y muy buenos. Lo mejor del caso es que quienes los sirven suelen ser los policías, las autoridades y muchos voluntarios. De esta manera en los 10 días que duran las fiestas se sirven miles y miles de desayunos. Asistí a uno, solamente a uno, pues se servían a partir de las 9 de la mañana y a esa hora yo ya estaba lejos, metido en las Montañas Rocosas. Me dicen que asisten desde los ciudadanos comunes, hasta las autoridades, desde los de la clase media hasta los ricos, todos en alegre camaradería. No más por esta actividad, estas fiestas son impactantes y maravillosas.
Los lectores memoriosos recordarán que en mi primera crónica sobre este viaje dijimos que en una encuesta llevada a cabo por una entidad internacional seria se dijo que la ciudad más limpia del mundo es Calgary y la cuarta Ottawa, ambas en Canadá. Confieso que yo era feliz caminando las calles del “downtown” y viendo la pulcritud por todas partes y al mismo tiempo suspirando por el día, el año, el siglo y el milenio cuando las calles y plazas de nuestras ciudades sean tacitas de plata por la limpieza.
Calgary es una ciudad muy extensa y tiene un millón de habitantes. El centro de la ciudad, lo que en inglés llaman “downtown”, es relativamente pequeño y allí se concentran todos los edificios altos. En el resto de la ciudad no los hay o son muy pocos. Así que visto desde lejos se destaca el conjunto de los altos edificios. Desplazarse por el centro es muy sencillo, se puede hacer a pie. De todos modos hay unos tranvías que comunican el centro con otros puntos de la ciudad; estos tranvías son movidos por electricidad eólica. Admirable, ¿verdad? Uno podría subirse al tranvía sin comprar el tiquete. Obviamente esto no debe hacerse. En Canadá hay mucha confianza del gobierno hacia el ciudadano. Eso sí, si este es sorprendido haciendo trampa, el peso de la ley le cae con severidad. Yo siempre estaba pensando y comparando con Colombia. En Bogotá el gobierno capitalino no sabe cómo evitar que muchos ciudadanos se suban gratis al Transmilenio, saltando las barreras. Lo triste del caso es que no todos son propiamente pobres. La televisión nos mostró cómo alumnos de una “prestigiosa” universidad (como llaman a algunas) también se suben abusivamente y gratis en el Transmilenio. Espero que los lectores no se ofendan por pensar siempre en Canadá y en Colombia haciendo las inevitables comparaciones. Lo hago simplemente por el deseo de mostrar un país organizado y al que podemos imitar. Necesitamos hacerlo para progresar y convertirnos en mejor país. Es de personas inteligentes compararse con los que están arriba, con los más avanzados para aprender de ellos.
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