Hablábamos de Empédocles, uno de los hombres grandes que nacieron en Sicilia. Es el filósofo de las cuatro raíces o elementos: agua, tierra, fuego y aire. Estos elementos forman todos los seres y también al hombre; del equilibrio de ellos en el hombre depende la grandeza de este. Y el amor y el odio son las dos fuerzas que mueven el mundo. Todo esto decía Empédocles, que fue filósofo presocrático, y además médico, político y mago. Vivió en el siglo V antes de Cristo y había nacido en Agrigento. Se dice que Empédocles se arrojó al cráter del Etna porque no quería morir prosaicamente como los demás mortales.
El otro griego de Sicilia es nada más y nada menos el que es considerado por muchos como el mayor matemático de la historia: Arquímedes. Nació en Siracusa al parecer el año 287 antes de Cristo. De todos modos fue el más importante científico de la antigüedad. Ideó los principios de la estática, la hidrostática y la palanca. Fue matemático, ingeniero, físico, astrónomo e inventor. Entre sus muchos inventos es famoso el llamado Tornillo de Arquímedes. Se aproximó asombrosamente en sus cálculos al valor del número Pi.
Organizó la defensa de su ciudad durante la Segunda Guerra Púnica, contra los romanos, aportando sus descubrimientos sobre armas ofensivas y defensivas. El asedio duró dos años. El general romano ordenó a que no lo mataran, cosa que sí hizo un soldado. Se dice que el sabio estaba embebido mirando unos círculos que había trazado para resolver un problema y el soldado romano aprovechó para matarlo. Cuentan que sus últimas palabras fueron: No molestes mis círculos. Qué mejor introducción a los relatos del viaje a Sicilia que esta breve semblanza de estos dos grandes hombres de la antigüedad en la Magna Grecia, de la cual Sicilia formaba parte.
Volamos desde el aeropuerto de Bari en la Puglia hasta el de Catania en Sicilia, en un avión de una empresa doméstica de nombre Volotea. El Mediterráneo brillaba con azules profundos. Desde antes de aterrizar en Catania ya veíamos la omnipresente cima del Etna.
Noticias más recientes de Sicilia nos hablan de la llegada de los fenicios, los grandes comerciantes de la antigüedad, el siglo IX antes de Cristo. Y digo recientes porque ya hay evidencias de los habitantes de esta isla en la prehistoria, más específicamente en el Paleolítico. En el siglo siguiente, el octavo antes de Cristo, llegaron los griegos a colonizar la isla y fundaron varias ciudades, entre ellas Siracusa el año 733 y Catania un siglo más tarde. En el siglo V desembarcaron los vecinos del sur, provenientes del norte de África, los cartagineses y permanecieron durante dos siglos hasta que los romanos los expulsaron en la Segunda Guerra Púnica como ya lo hemos dicho.
Luego la isla tendría el mismo destino que el sur de Italia, de la Puglia, como ya hemos contado en los relatos de mi viaje a la Bota Italiana. Me refiero a la llegada de sucesivos invasores que fueron dejando huellas de su paso en la cultura y en la arquitectura.
Llegamos, pues, a Catania a donde nos esperaba Iván Gioia. Fue nuestro anfitrión en la semana de visita a la isla. Creo no haber tenido nunca un anfitrión tan generoso y amable como este joven profesional siciliano que ha decidido venirse a vivir a Colombia. Nos llevó directamente a su tierra, la espléndida Taormina, la perla del turismo de Sicilia, una pequeña ciudad encaramada en el Monte Tauro y asomada al balcón sobre las playas del Mediterráneo con una vista espectacular sobre el mar, el volcán Etna y Calabria, que está del otro lado del mar.
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