Hablábamos de Pablo Morillo el bueno y Pablo Morillo el malo. Esta dualidad me trae a la memoria una frase que en alguna parte leí y que patentiza la relatividad de las cosas. Y dice así: "Si las arañas llaman providencia a la telaraña que les da el alimento, ¿qué nombre le darán las moscas?" Ahora no vengan los maliciosos a escribir que yo digo arañas a los españoles y moscas a los colombianos. No faltan los lectores que no entienden el sentido de las cosas. Pero volvamos a Vigo, la perla de Galicia y del mar.
Hay una serie de monumentos que honran al ciudadano común, de la calle. Monumento al nadador, a los canteros, al pescador, al herrero, a la mujer y al emigrante. No falta el monumento al empuje vigués y otro al trabajo.
Pero quizás el monumento más emblemático de Vigo sea El Sireno, por lo que es en sí la escultura, por lo que representa y por el sitio donde está ubicada. Sobre una columna de granito de 15 metros de altura se encuentra la figura de un ser híbrido entre hombre y pez que mira al mar. Creo que encarna perfectamente lo que es Vigo y su gente: hombres de tierra, pescadores y emigrantes. Vigo siempre ha vivido de cara al mar y a mares muy lejanos, abierta a los cuatro puntos cardinales del planeta.
La estatua se encuentra en la plaza denominada "Porta do sol", Puerta del Sol, lugar al que confluyen el casco viejo, entrañable y la zona moderna de El Ensanche, constelada de
espectaculares y vibrantes construcciones, palacios, museos, bancos, academias, todos de impecable factura. Es el reino del mármol y del granito.
Hay otra fiesta famosa en Vigo y es la procesión del Cristo de la Victoria que celebra también el triunfo sobre los franceses en 1809.
Desde el puerto quiero adentrarme en el casco viejo de la ciudad, "el Casco Vello". Me encantan los cascos viejos de las ciudades europeas, esas callejuelas estrechas que llevan a plazas recoletas, con iglesias antiguas, algunas de los siglos XVIII o XVII o incluso de la Edad Media. Y me encantan las medinas o sea las ciudades antiguas de los países árabes, donde todo en los mercados es estrecho, apeñuscado, lleno de vida, de olor, de color, de movimiento, de negocio, de regateo. Llego así a la Concatedral de Santa María, la iglesia más importante de Vigo y sigo al famoso Mercado de A Pedra. Me deleito viendo la facilidad con la que "las ostreiras" abren las ostras. Allí cerca en otra calle están "las pulpeiras". Desde luego que me senté a degustar la gastronomía de mar, exquisita, memorable. Siempre hay extranjeros, se hablan muchos idiomas, se goza de la amabilidad de los camareros y camareras y de la excelente comida viguesa de mar.
Busqué luego la Calle Real, corazón del "Casco Vello". Me mostraron el edificio donde funcionaba la Imprenta Compañel donde se hizo la primera impresión de los "Cantares Gallegos" de Rosalía de Castro. Y desembocamos en la Plaza de la Constitución, emblemática de la ciudad. Es un lugar tranquilo para sentare a tomar un café y oír a los músicos callejeros que interpretan magistralmente, todo hay que decirlo, desde rock hasta música clásica, a cambio de algún eurillo. Alrededor de la Plaza estaban las calles gremiales. Todavía quedan los "cesteiros" y "sombrereiros" que elaboran sus manufacturas; estos oficios vienen desde la Edad Media y se niegan a desaparecer.
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