Partimos, pues, de Puerto Carreño. Ya era hora. Rosevelt (así lo escribe él) nos tenía la lancha preparada en el puerto. El destino estaba a la vista, la desembocadura del Meta en el Orinoco. En cinco minutos estuvimos allí para observar el fantástico juego de los delfines, llamados toninas o delfines rosados en la selva y el llano.
Rosevelt nos había dicho que había decenas y decenas; creímos que era una exageración. Y no fue tal. Saltaban a ambos lados de la lancha, pasaban por debajo, aparecían delante, detrás, lejos, cerca, y nuestras cámaras se volvían locas tratando de obtener buenas fotos. Desesperado Ramiro Mariaca porque no lograba ninguna foto decidió guardar la cámara y se dedicó a gozar del espectáculo. Fue la decisión más acertada porque saltaban donde menos se los esperaba y era casi imposible fotografiarlos. Una hora estuvimos a merced de estos bellos animales.
Luego cambiamos de rumbo, ahora hacia el sur, o sea remontando el Orinoco. Nuestro destino era Ventanas. Las aguas del Orinoco son de color leonado, diferentes por tanto a las aguas blancas y a las negras. Se llaman ríos blancos aquellos cuyas aguas son color barro, o si se quiere café con leche oscuro. Estos ríos nacen en la Cordillera Oriental de Colombia y arrastran sedimentos, o sea tierra y barro, lo que les da el color llamado blanco, por oposición a los ríos y caños nacidos dentro de la selva o de los Llanos cuyas aguas son de color negro brillante; en gran cantidad se ven negras y en pequeña rojas, o mejor color cocacola. (o pepsicola, para evitar celos de la competencia). En otras ocasiones hemos dicho que el color negro se debe a ácidos del suelo que son: el húmico, el fúlvico y el tanino.
El río Orinoco tiene una característica especial de la que carecen los demás ríos de la selva y del Llano: sus rocas y piedras. En el río Inírida, afluente del Guaviare que a su vez lo es del Orinoco, se pueden ver algunas piedras, no muchas. En el Amazonas no existen o no se ven. Las márgenes del Orinoco son una sucesión prácticamente ininterrumpida de rocas graníticas, marcadas todas por líneas que indican algunas crecientes del río especialmente ricas en minerales que dejaron allí su huella. El sabio Humboldt las llamaba el orinocómetro. El espectáculo es curioso.
Cerca de Puerto Carreño el río Bita desemboca en el Orinoco y le aporta su inmenso caudal de agua negra. Digamos agua negra que no es lo mismo que aguas negras. El Bita viene de la entraña de las sabanas del Vichada y ha recibido últimamente mucha y justa publicidad en los medios científicos pues es el único río protegido de Colombia. Ya hablaremos más tarde de él.
En el trayecto vimos varios pescadores apostados en las rocas de las orillas. Nos detuvimos a saludar a uno de ellos que acababa de pescar un bagre cajaro o pez gato de cola roja. Enorme el animal pesaba 22 libras. El pescador gritaba de felicidad mientras el compañero filmaba la escena. Luego de 40 minutos de navegación llegamos al sitio llamado Ventanas, lugar preferido por los viajeros para admirar el río y su universo de piedras.
Se trata de un conjunto de rocas y de piedras redondeadas ubicadas en la mitad del río. Este corre entre ellas formando en algunas partes raudales que los navegantes deben sortear con cuidado. Descendimos a las rocas y recorrimos todo el conjunto, emocionados haciendo fotos y admirando la estructura de las piedras.
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