Andrés Hurtado García
30 diciembre 2014. ¡Qué barbaridad! Llovió toda la noche y con mucha fuerza, parecía que las enormes gotas, agrandadas por lo que se llama "lluvia del bosque" iban a perforar las carpas. Y la humedad dentro de las tiendas era tan grande que casi se cortaba con las manos. Sobrepasaba con mucho el 90%. Fue una noche muy dura, casi sin dormir.
Pero el desayuno hizo olvidar las molestias nocturnas. Dimos buena cuenta de los últimos trozos de carne moquiada de cachirre y de lapa. Durante el día tuvimos buen sol que nos secó un poco. Hoy era el último día de selva. Ya para salir de ella y cerca de las chacras de los indígenas encontramos a Guillermo, anciano indígena padre de Claudio, el capitán, que estaba preparando su mambe. Le vimos macerar con paciencia las hojas de coca hasta reducirlas a un hermoso polvo verde, luego quemar las hojas de yarumo, que los biólogos llaman "Cecropia", mezclar las cenizas de yarumo con el polvo de las hojas de coca y guardar todo en un tarro.
Aquí en la selva liberan la cocaína de las hojas de coca mediante la cal que contienen las cenizas del yarumo. En la Sierra Nevada de Santa Marta mezclan el hayu (hojas de coca) que mastican en la boca, con polvo calcinado de conchas de mar, que les proporciona la cal. Para ello utilizan el poporó y el palito. Los procedimientos son un poco diferentes pero el resultado es el mismo.
Llegamos al río Vaupés, lo pasamos en canoa, llegamos al puerto de Pucarón, Carlos Ramírez nos llevó en su camión a lo largo de los dos kilómetros de carretera destapada y toda ella en barro amarillo hasta las orillas del Yuruparí. Allí estuvimos los días 30 y 31 de diciembre de 2014 y primero de enero de 2015 celebrando las festividades con los indígenas. Fuimos a bañarnos al raudal y un aguacero repentino que no sabemos de dónde salió puesto que teníamos un cielo despejado que nos mojó totalmente al regreso y de la misma manera, inesperada y repentina salió un sol que en menos de media hora secó nuestras ropas puestas en el suelo de la destartalada cancha de basquetbol. El capitán de la comunidad nos prestó muy amablemente la casa de Bienestar Familiar y dormimos en el piso los tres días restantes.
31 de diciembre de 2014. Casi todo el día lo pasamos en el raudal de Yuruparí, que a mis compañeros los tenía alucinados y a mí también. La comida de estos días nos la preparó la hermana de Libardo, uno de nuestros porteadores. La mayoría de los indígenas del raudal pertenece a la etnia de los cubeos que son originarios del Caño Kuduyarí, hermoso río de aguas negras brillantes que rinde sus aguas al Vaupés por la margen izquierda un poco más debajo de Mitú. Compramos chocolate y cigarrillos que obsequiamos a los indígenas para su fiesta de medianoche. Asistimos a la emotiva ceremonia que el catequista católico Eladio de Jesús Barguiño, educado por los monfortianos, dirigió poco antes de la medianoche y nos retiramos para permitir que los indígenas celebraran ellos su cabo de año. Nosotros fuimos a la casa del Bienestar Familiar y con una botella de vino, reservada para tal efecto, brindamos por la paz de Colombia.
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