Andrés Hurtado García
Frente a la alcaldía de Carurú han levantado un monumento a la chacra, francamente bello. Son cuatro las estatuas: el hombre, la mujer y los dos niños, todos indígenas. La chacra es fundamental en la vida del indígena. Se trata del campo de cultivo en medio de la selva, Suele tener yuca brava, matas de coca, ají y de pronto tomate. De la chacra se encarga la mujer ayudada por los hijos, mientras el hombre es el responsable de la caza y de la pesca. A las dos de la tarde montamos en la lancha de John Jairo, el concejal. El cielo estaba totalmente despejado y el sol reinaba en sus dominios sin compasión alguna. Así nos gusta.
Gozamos de la sublime uniformidad, como llamo yo a la sublime monotonía ininterrumpida de las márgenes cubiertas de cortinas de vegetación. La costumbre nos hace distinguir y gozar de los matices del verde que ofrecen las orillas: verde oscuro casi negro, verde claro, verde casi amarillo.
El Vaupés nace en el Meta, cerca de Calamar y lo forman dos ríos, el Unilla y el Itilla. Se mete en el departamento del Vaupés, abandona Colombia, entra al Brasil y le cae al río Negro que es uno de los afluentes más caudalosos del Amazonas. Dentro del territorio del departamento del Vaupés el Caño Tiquié rinde sus aguas negras al Vaupés. En otra exploración por el interior del Vaupés conocí dos ríos vecinos, el Papurí y el Tiquié, ambos de hermosas aguas negras brillantes. El río Tiquié me interesaba por un detalle curioso de La Vorágine. En el famoso pasaje de "las tambochas" los compañeros del brújulo Clemente Silva, son devorados por estas hormigas. Perdido el conocimiento y como poseído, el guía vagaba por la selva, mirando qué pepas comían los micos para imitarlos hasta que al fin se pudo orientar por una palmera de cananguche que según la leyenda sigue el rumbo del sol, y así llegó al río Tiquié. En los Llanos a esta palmera la llaman moriche y a sus bosques morichales. Los biólogos la llaman "Mauritiaflexosa" y abajo en la selva le dicen cananguche y a sus bosques cananguchales, en los cuales se suele encontrar la culebra canangucha. Pues bien Clemente Silva llegó al Caño Tiquié y "se puso a tirarle hojitas para ver si el agua se corría" y en esa tarea lo encontraron. Una carretera en regular estado une a San José de Guaviare con el río Unilla en cuyas orillas se encuentra el pueblo de Calamar.
En este trayecto hay tres pueblos de fuerte influencia guerrillera y en los cuales la única fuente de subsistencia ha sido la coca. Son 80 kilómetros y los pueblos son en su orden de norte a sur, Retorno, Libertad y Calamar. Esta zona del Guaviare tiene ya historia por una célebre marcha campesina cocalera propiciada por la guerrilla y porque en uno de estos pueblos apareció el niño hijo de Clara Rojas.
A las seis de la tarde llegamos al puerto de Pucarón. Allí el río que viene tranquilo interrumpe la navegación pues aparecen dos raudales infranqueables. El pequeño caserío está ubicado a la entrada del raudal de Pucarón y se continúa por el de Yuruparí, el más famoso, aunque no el más espectacular raudal o cachivera de toda la
selva amazónica.
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