Hablábamos de “guajibiar”. “En aquellos tiempos” los indios vivían felices, dueños de las ilímites sabanas del Vichada. Algunos eran nómadas y otros seminómadas. Se trasladaban según las necesidades de caza y pesca, hasta que vinieron hombres del interior y se adueñaron de los territorios y comenzaron a levantar cercas. Los indios no las reconocían. Entonces los finqueros comenzaron a matarlos como si fueran animales. A eso llamaban guajibiar. Organizaban partidas de caza y los mataban inmisericordemente. “Estos, Fabio, ay dolor”, esto era Colombia. Recuerdo muy bien que el último juicio contra asesinos de guahibos fue a parar a un tribunal de Ibagué cuando yo vivía en esta ciudad. Silvia Aponte, nacida en Arauca en 1938, gran folclorista, escribió la novela: “Las Guajibiadas”, sobre este tema. Su padre fue un auténtico hombre del Llano: “Luis Blanco Castillo, venezolano, amansador de caballos, vaquero y viajero, la llevó por los ríos, sabanas y pueblos de la Orinoquia”.
Muchacho yo (“dichosa edad y dichosos tiempos aquellos”) acariciaba el mapa en relieve de Colombia, y me imaginaba cómo serían los territorios lejanos que ejercían sobre mí una misteriosa atracción. Eran el Amazonas, la Guajira, la selva del Chocó y los Llanos Orientales. La vida y los años, que no se detienen, encaminarían hacia ellos mis pasos.
Y fue en 1977 a mi regreso de estudiar en Europa, cuando comencé a frecuentar el Vichada, que era el “territorio nacional” que más se había resistido a mis coqueteos dada la dificultad de acceso. Sí, ya se podía ir en avión a Puerto Carreño, pero hacerlo sería desconocer el trayecto. Así que tres veces viajé por carreteras que eran trochas. Se empleaban dos días desde Villavicencio viajando de sol a sol, una verdadera aventura. En mi primera visita al Parque Tuparro nos perdimos en la red de trochas y nos enterramos en algunos “bajos” de las inmensas sabanas. En uno de esos viajes debimos pasar el 24 de diciembre varados y perdidos, lejos de todo y cerca del cielo. Desde entonces he ido varias veces al Vichada, he escrito sobre su magia y Puerto Carreño me agradeció dándome las llaves de oro de la ciudad.
Vichada fue creado como comisaría en 1913 y desde entonces perteneció administrativamente una vez al Meta y otra a Boyacá.Y, como todos los Territorios Nacionales, pasó a ser departamento gracias a la Constitución de 1.991. Su capital Puerto Carreño, había sido fundada en 1922 por el general Buenaventura Bustos que la bautizó en honor del ministro de gobierno de la época, dándole su nombre, Pedro María Carreño. En 1.930 el corregimiento de Puerto Carreño fue declarado capital del Vichada y en 1.974 fue ascendido a municipio, que hoy tiene 15.000 habitantes. Puerto Carreño guarda para mí un encanto especial, es de esas ciudades que da agrado visitar, por vartios motivos. Uno de ellos, su magnífico emplazamiento, a orillas del poderoso Orinoco y del larguísimo Meta. En otras palabras Carreño se encuentra en el ángulo recto donde el Meta se rinde al Orinoco, en esa punta extrema del mapa en el oriente colombiano, límite con Venezuela. Es un emplazamiento magnífico.
En segundo lugar porque es quizás la ciudad más arbolada de Colombia. En época de cosecha los mangos que adornan las calles de la ciudad caen sobre el pavimento y la ciudad se llena del perfume de la fruta. Recuerdo que estando una vez allí vimos en un prado una serpiente coral y al ir a cogerla le cayó un mango en la cabeza y la mató instantáneamente.Fue un auténtico “manguicidio”.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015