Los conceptos sobre temas espinosos que no quería dar a conocer Mariano Ospina Pérez, los transmitía, de soslayo, por conducto de su esposa Berta Hernández. Ella era imprudente y locuaz.
Gilberto Alzate manejaba un postizo furor contra los funcionarios de su movimiento que incondicionalmente no le marcharan. Los latigaba con su palabra de fuego, abandonaba con furia los despachos y, luego, él -que era un hábil actor en el teatro político- enviaba a uno de los suyos a pulsar el ambiente después de las reprimendas.
Por la socarronería maliciosa de Ospina, o por los zurriagazos verbales del Mariscal, mandar indirectas a Santander para que las entienda Bolívar, ha sido un recurso que utilizan frecuentemente los políticos.
Llevo largo tiempo trajinando la geografía de Caldas y de Aguadas hasta Chinchiná y de Samaná hasta Viterbo, he menudeado los nombres que denodadamente trabajan por los partidos. Conozco sus méritos, sé de sus triunfos y derrotas, he cooperado en las
agonías de las batallas y gozado de las fugaces mieles del poder.
Hubo un frentero circuito humano que anilló de lealtades al Mariscal Alzate, compartió las glorias tribunicias de Silvio Villegas, estuvo en travesías apostólicas con José Restrepo y Pilar Villegas y que ahora le es fiel a Ómar Yepes, digno heredero de las hazañas que se refrendan con pólvora en el vivac.
La política es agonía. Es imprescindible ser masoquista para soportar el calcinamiento de los soles, para no dejarse anegar de los inviernos, y desde el abismo de los infortunios electorales, resurgir como el Ave Fénix para buscar las alboradas de la victoria. Los políticos somos un mapamundi de cicatrices. Nos han dado foete en las urnas, ganando hemos perdido en el reparto de las prebendas, los que llegan al poder nos rechazan porque no somos técnicos. Pero nos necesitan.
El político es un comandante que asume las contingencias de la guerra. Los que son de clase, siempre están en la vanguardia dando y recibiendo bastonazos. Empujan, resisten, mueren, resucitan, son estoicos en la adversidad, y tienen voz de mando para sacudir el alma dormida de las muchedumbres.
Tenemos una briosa galería de dirigentes, todos con las testas coronadas de laurel. Cada uno de ellos tiene perfil para ser parlamentario o diputado. Se ufana mi garganta al pronunciar sus nombres. Fernando Calderón Ocampo, Fernando Elí Mejía, Silvio Ríos, Óscar Yoni Zapata, Edgar Corrales, Ovidio Salazar Serna, Amparo Vásquez de Laverde, Rodrigo Higuera Valencia, Mauricio Londoño Jaramillo, Awar Mustafá, Henry Ramírez Montes, Rubén Darío Valencia, Celio Aristizábal, Luis Fernando Patiño, Aoron Guevara, Luis Eduardo Lasso, Germán Elías Gómez Isaza, Adolfo León Castro, Fabio Ospina, Uriel Ortiz Soto, Julio Aldana, Gonzalo Valencia, Luis Carlos Robledo, Augusto Arango Cardona, Jesús Arcila, Zulema Gallego, Germán Díaz Restrepo, Jaime Colorado, Erlid Ramírez, Jesús Alzate, Delio Jaramillo, Tomás Mora, Jhon Jairo Gómez, Aracelly Hernández, Gloria Inés Ortiz…
Intencionalmente he dejado de nombrar la altiva galería de jóvenes que hoy, y con seguridad mañana, son y serán los baluartes del conservatismo de Caldas. Hay que impulsarlos. Ómar Reina, Willian Ruiz Ospina, Andrés Duque Osorio, Diego Alejandro Tabares, Carlos Andrés Higuera Vélez, Alex Alzate, Marco Fidel Narváez. Ellos tienen elación espiritual.
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