César Montoya Ocampo cmontoyao@hotmail.com
Quienes escribimos para el público debemos tener coraje para exponer las cosas en un lenguaje carente de alambiques. Es fácil utilizar ungüentos olorosos, trasquilar y maquillar, para buscar el aplauso de los tendidos. La verdad escueta, a veces descubre palpitante carne viva, hiere al destapar lo que solapadamente se murmura. Pero qué carajo, alguien debe tener el arrojo para presentar con óptica imparcial las circunstancias que entornan este sainete electoral.
Primera reflexión: Uribe no tiene la capacidad de endosar los votos. En estos momentos su prestigio en Bogotá, según las últimas encuestas, es de un 77%. Si la política tuviera lógica, si la inmensa importancia del senador Uribe sirviera para copar de sufragios a sus elegidos, Francisco Santos, su candidato a la Alcaldía de la capital de la república, tendría que encabezar las encuestas. Es increíble que sea uno de los coleros en opinión.
Igual panorama se registró en el departamento de Risaralda. Oficializó su respaldo a Luis Enrique Arango para ser alcalde de Pereira, personaje respetable por su gran simbolismo como orientador de juventudes. Fue magnífico rector de la Universidad Tecnológica por 17 años. El expresidente vino varias veces para ratificar su compromiso con este eminente ciudadano. Acaba de retirar su nombre de la lid por el poco eco que encontró entre los suyos.
Segunda reflexión: Querámoslo o no, la confrontación en Caldas, en el fondo, es entre la Unidad Nacional de Santos y el Centro Democrático y el Partido Conservador que lidera Ómar Yepes Alzate. Tiene Caldas tres candidatos a la gobernación. Guido Echeverri, el hombre “leal” que representa a Santos, y a Jorge Hernán Mesa y Carlos Uriel Naranjo que están en el bando del senador Uribe.
Si las elecciones fueran hoy, el señor Echeverri, de lejos, las ganaría. Ha hecho un inusitado derroche de propaganda, es inteligente y brillante, conoce a Caldas al derecho y al revés, y dejó amistades que ahora están a su lado, conseguidas en el corto período que despachó desde el Palacio Amarillo de Manizales. La Divina Providencia nos hizo el favor de sacarlo a empellones del cargo que le entregamos unos bobos electores.
¿Por qué sería tan fácil su victoria? Por la división de nuestras fuerzas. Ni la simpatía y el encanto mieludo que tiene Mesa, ni el atrevimiento irresponsable de Naranjo, permitirían, que cada uno por su lado, sobrepasara la votación del hijo de Marulanda.
Es torpe cerrar los ojos ante esta realidad. El nombre de Mesa repercute en la provincia y tiene anclaje en los sectores populares de Manizales. En cambio Naranjo, a quien recibimos con palmas de laurel cuando surgió como nuestro prohombre, nos ha decepcionado. ¿Cómo se atrevió a buscar y aceptar la candidatura sin un solo peso en el bolsillo? Hoy se ganan las sinecuras electivas con dinero y con votos. Naranjo, ni lo uno ni lo otro.
Tercera reflexión: los caldenses le estamos apostando a la próxima presidencia de Colombia con Óscar Iván Zuluaga. Es posible que en la primera vuelta cada partido tenga su propio candidato. Para la segunda, los conservadores (dos millones o más de votos) actuaremos de consuno con el Centro Democrático. Ahí estará el nombre de Zuluaga. Es una irresponsabilidad histórica frustrarle al departamento, por la pírrica división de ahora, la posibilidad de que la Casa de Nariño sea habitada por uno de los nuestros.
La política en estos tiempos, abandonó los credos ideológicos. Priman los intereses. No es sensato avanzar hacia los desnucaderos con los ojos abiertos. Es torpe insistir en candidaturas que nacieron muertas. El Centro Democrático, como partido, debe facilitarle a Zuluaga su arribo a la Presidencia. Entiéndase que el ilustre hijo de Pensilvania debe ganar (¡debe ganar!) las elecciones en Caldas. Imposibilitar en su tierra este anhelo de todos nosotros es un suicidio.
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