César Montoya Ocampo cmontoyao@hotmail.com
Sorprendido ante la infame acusación que se publica en Eje 21. Según lo que allí se lee, un político importante (señala sin mencionarlo a Ómar Yepes Alzate) habría vendido al señor Mauricio Londoño una curul a la Asamblea de Caldas por la suma de trescientos millones de pesos. Grosera y ruin esa inculpación. Quienes por años y años hemos estado al lado del gran Jefe, rechazamos la calumnia, salida de un corazón ingrato y que tiene, además, una lengua viperina experta en enturbiar las aguas que habrán de facilitarle su labor de pirata nocturno. Quien es el autor del infundio, practica el mandato de Voltaire: Calumniad, calumniad, que de la calumnia algo queda.
La política de Caldas, pese a quienes denigran de sus meritorios comandantes, ha sido limpia y transparente. Desde Gilberto Alzate Avendaño que solo tenía un modesto palacete en Manizales, una finca en el Chocó que solo producía maleza, y un carro anticuado de latas sonoras, pasando por Hernán Jaramillo Ocampo, Silvio Villegas y José Restrepo, todos nuestros líderes han hecho política exhibiendo sus conductas, públicas y privadas, en urna de cristal. Silvio Villegas que tan grande fue a escala nacional, era propietario en Bogotá de una casona vieja, de aleros campesinos, dotada con modestia, y en la cual solo era desproporcionada y enorme su biblioteca. Se ufanaba de sus libros y miraba con desprecio la opulencia de los ricos.
Un procurador locato hizo escándalo con un imaginario robo a Caldas. Los hambrientos sabuesos de Carlos Jiménez Gómez invadieron el departamento para buscar las pruebas que habrían de condenar a Luis Guillermo Giraldo, Víctor Renán Barco y Ómar Yepes Alzate.
¿Qué encontraron? ¡Nada! Ni siquiera esos canes los escucharon en declaración, pese a la consigna de llevarlos a la cárcel. Todo ese aparato escandaloso finalizó en un parto de los montes. ¿Cuál fue el resultado de tanto movimiento hojarascoso? La imagen de un intelectual del mayor relieve como lo es Giraldo, autor de libros excepcionales, un Barco que fue candidatizado para la Primera Designatura del país, honor no aceptado por su proclamada modestia, y un Yepes siempre en la cresta de la ola, director Nacional del Conservatismo, insigne médico que resucitó el cadáver del Partido.
Es una infamia el lodo que le arrojan. Pierden su tiempo los enemigos que desean cavar su sepultura política. Ómar Yepes tiene una vida cristalina y quienes lo conocemos a fondo, y lo queremos y respetamos, somos los primeros en rechazar el inaudito atropello a su moral que es el fúlgido patrimonio que le entregará a su descendencia.
Quienes a él ofenden, nos están agrediendo también a quienes somos sus seguidores. Contra viento y marea hemos defendido su nombre que está arraigado como un hito histórico en la vida de este departamento.
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