¡Qué bella, pegajosa y atractiva es la política! Acabamos de cerrar la etapa de la elección presidencial y, sin pérdida de tiempo, estamos programando nuevos itinerarios aurorales por todo el departamento. Los conservadores que solo acatamos la dirección política de Ómar Yepes Alzate no entraremos en receso porque hemos decidido afrontar, desde ya, y en los años que nos queden de vida, la responsabilidad de preparar el partido, sin mermelada, para la travesía del desierto.
Laureano Gómez por los años 40-50 del siglo pasado, en estremecidos campos de guerra, sin un solo empleado público en la nómina nacional, batalló contra un poderoso liberalismo atragantado de cargos oficiales y lo derrotó con el nombre de Mariano Ospina Pérez. Aquí mismo, en Caldas, Gilberto Alzate Avendaño, enfrentado a gobernadores hostiles, le inyectó a nuestro partido aire marcial, lejos de las pesebreras del presupuesto, y con el austero viático de la doctrina, vigorizó
la colectividad.
Ómar Yepes Alzate, el Jefe, tiene una posición muy definida frente al gobierno nacional. No estamos comprometidos con el santismo, ni tampoco con el uribismo. Somos, sin adjetivos, ¡conservadores! Uribe liberal y Santos también liberal, aunque se camuflen con otros remoquetes, marcan distancias, en las palabras y los hechos, del genuino conservatismo. No queremos romanistas que venden el partido por un puchero. Están, -de nosotros-, a distancia sideral, los que andan mendigando las harinas que caen de la mesa del rico Epulón.
Estamos hartos de las muletillas piadosas, del miserabilismo que nos juzga como una colectividad que está agonizando en la clínica por enfermedad terminal. Cómo se equivocan estas casandras cobardes frente a un conservatismo que contra todos los vaticinios obtuvo dos millones de votos. Si nuestros grandes barones, con votación amarrada, no hubieran jugado a la indisciplina, nos hubiéramos aproximado a unos tres millones de adeptos. En Caldas, con puestos públicos, con la longaniza de la presidencia de la Cámara y con el solapado reparto de dineros oficiales, todos los parlamentarios colocaron 62.695 votos. En cambio Ómar Yepes, con muy pocos líderes de esta región, obtuvo 54.291. Pero además, como presidente del Directorio Nacional Conservador, le correspondió misionar por toda la geografía nacional. Amanecía en la Guajira y pernoctaba en Nariño. Administraba por la mañana el sacramento de la palabra en Santander y por la tarde sembraba esperanzas en el Chocó. Su trabajo perseverante nos hizo recordar a Laureano Gómez, que soportó un liberalismo fanático y sectario y nos condujo a la gloria del poder. O a Ospina Pérez, Alzate Avendaño, Valencia, Sorzano González, Ramírez Moreno, Estrada Monsalve, príncipes de las legiones azules, que sirvieron nuestra causa con devoción y patriotismo. Yepes ahora se colocó en ese mismo nivel histórico.
No podrán enterrarnos. Moriremos en la barricada democrática recibiendo disparos de nuestros adversarios y devolviendo lanzazos en ejercicio de la legítima defensa. Por fortuna una juventud amante de los riesgos viene detrás. Hombres jóvenes con precoz armadura de caudillos, que han de seguir nuestras pisadas. No nos arredran los oprobios, no las calumnias, no la rabia de los liliputienses.
¡Ladran los perros Sancho, es porque
cabalgamos!
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