De estatura mediana. Cuerpo grueso, no adiposo. Su rostro es un depósito de diminutas cicatrices. Mirada penetrante. Risa franca. Caluroso en el diálogo. Se llama Carlos Uriel Naranjo.
Nació en la vereda El Tablazo de Manizales. Su familia, sin entronques heráldicos, experta sí en azadones y machetes, madrugadora para probar los "tintos" que su señora madre calentaba en un fogón de leña antes de trasladarse al "corte". Allí continuaba la desyerba del terrón de tierra que era el raquítico patrimonio de los suyos. Carlos Uriel era un peón experto en aporcar el café, en deschuponarlo y desmusgarlo, en echar los abonos, deshojar la enana platanera, y en cosecha, trabajar de sol a sol en la recolección del grano. Hacía almácigos para vender los colinos a los parroquianos colindantes. Como era avispado, engatusaba a los novios para redactarles cartas apasionadas. Sus amigos lo motejaban de poeta. En síntesis, era secretario de enamorados que sabía enmielar los correos del amor.
Fue ambicioso pese al cerco que lo quería estrangular. Se fatigaba en esas rudas labores agrícolas y se reveló contra los hados que parecían conyundarlo a los ingratos ajetreos del campo. Estaba cansado de las sementeras y de ser un triste labriego sin futuro. Resolvió estudiar. Después de las faenas montañeras, se bañaba en un estanque con totumazos de agua helada, se aperaba de ropa limpia recién almidonada y en escuela veredal, después en colegio con horario que empezaba a las seis de la tarde y finalizaba a las diez de la noche, y por último en universidad que educaba a los futuros abogados en horas extras, pudo culminar el armazón de su destino.
Este es el sintético perfil del próximo gobernador de Caldas. Hoy es un jurista de respeto, ha desempeñado cargos de responsabilidad, es ejecutivo, y ya probó el resplandor parlamentario.
La escogencia de Naranjo que estuvo a cargo de la exclusiva responsabilidad de Ómar Yepes Alzate, abre nuevos horizontes en la política de esta comarca. Era absolutamente impensable que dos fuerzas electorales que siempre habían sido antagónicas, resultaran solidarias en la búsqueda de un promisorio porvenir para la región. Obvio que ya existía de por medio un antecedente ejemplar. Siendo Yepes el presidente del Directorio Nacional, contra viento y marea, puso al conservatismo a votar por Óscar Iván Zuluaga, candidato presidencial del Frente Democrático. Dos millones de electores fue el aporte del partido a la votación de nuestro paisano.
Podríamos remontarnos a otras épocas aciagas. Por los años 50 y 60 del siglo pasado, el salvajismo estaba desbordado. Morían a diario centenares de seres inocentes víctimas de esa guerra entre Caín y Abel. El martirologio de Gaitán mucho tiene que ver con esos desatinos que desangraban al país. Sin embargo, el liberalismo en gesto patriótico, fresco aún el horrendo crimen, decidió colaborar con el gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez.
¿Qué fue el Frente Nacional sino un armisticio que resultó ser definitivo entre las dos colectividades que se repelían a sangre y fuego? Dos contendores que se odiaban, Laureano Gómez y Alberto Lleras, pactaron el final de la violencia y dieron nacimiento a una revolucionaria política de concordia.
Carlos Lleras como el Mariscal Alzate fueron azarosamente sectarios. El primero prohibió a los liberales darle el saludo a los conservadores y del segundo -se dice- era el atizador del fanatismo en el Occidente de Caldas. Ambos retomaron el buen camino y se embarcaron hacia la eternidad como apóstoles de la paz.
La elección segura de Naranjo como gobernador será un hito histórico. Tendremos que vernos con nuestros tradicionales adversarios, inevitablemente dialogar con ellos, cancelar ofensas, perdonarnos, tratar de establecer un trato cordial, porque Caldas está por encima de los personales destinos.
En torno de Naranjo proyectaremos nuevos horizontes. Por ventura el candidato es un personaje serio, concita amistades, es culto y fino, desconoce las ojerizas sectarias, tiene vida diamantina, es respetable y gran señor. No es Judas ni traidor. No abandona a los amigos en la mitad del río. No es izquierdoso, ni se hace el bizco, ni tampoco tiene los tramposos visajes del camaleón.
Este Carlos Uriel Naranjo será el próximo gobernador de Caldas.
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