"…La capacidad de construir soluciones colaborativas está en el corazón de los procesos de desarrollo, cuiden y aumenten sus voluntarios, construir colectivamente no es fácil pero es el camino…" decía Francisco Manrique, en una reunión con empresarios, a propósito de una invitación que le hizo Estoy con Manizales, sobre la cual se publicó una interesante entrevista en este diario. Voy a referirme a la importancia y el valor del voluntariado para construir soluciones colaborativas y desarrollar procesos de innovación social, una tendencia que en el mundo toma cada vez más fuerza, como lo demuestran procesos de transformación como el de Bilbao y San Diego, con más de 1.000 y 1.400 voluntarios, que se movilizan alrededor del desarrollo.
El voluntariado es una práctica que muchas veces asociamos al funcionamiento de ONG para atender problemas de pobreza, marginalidad, maltrato, atención de desastres, entre otros; sin embargo, va mucho más allá. Es una invitación a que las personas pongan su inteligencia, su capacidad y su tiempo al servicio de causas que les tocan el corazón y realmente les interesan y que si bien, no generan una remuneración económica, generalmente redundan en beneficios mayores que se traducen en nuevas oportunidades para una comunidad. Esto suena muy bonito y cuando funciona es muy potente porque, entre otras cosas, hace que las personas se sientan orgullosas y cada vez más comprometidas como miembros de la sociedad y además contribuye a fortalecer el tejido social.
Sin embargo, existen barreras culturales y personales que hacen difícil avanzar en un modelo de esta naturaleza. La principal barrera que podría mencionar es que, como sociedad no valoramos el voluntariado y parece que el tiempo que dedicamos a este tipo de actividades es algo secundario que nos roba tiempo del trabajo, de la familia, de las actividades personales. Y seguramente así es, el voluntariado implica sacrificio y además, nos cambia algunas de nuestras rutinas, pero también trae satisfacciones muy grandes, si realmente estamos dedicando el tiempo a una causa lo suficientemente importante que toca nuestro corazón e intereses más profundos; por eso es tan poderoso porque es algo que hacemos porque queremos no porque alguien nos esté forzando a ello. Por otra parte, también están las barreras prácticas asociadas al tema económico; cuando la gente tiene que elegir entre hacer algo por lo que le van a pagar o hacerlo de manera gratuita, la balanza probablemente se inclinará hacia el bolsillo y no hacia el corazón y esto es legítimo, pues hace parte de las reglas de juego de la Sociedad.
En resumen, si no produce ingresos y tampoco genera reconocimiento social, es difícil que el trabajo colaborativo se convierta en una práctica importante en nuestro medio. Y eso es grave, porque el voluntariado y la construcción de redes colaborativas son la base de la innovación social para abordar muchos de los problemas complejos de la sociedad y también para la construcción de capital social; y además, es un requisito fundamental para trabajar en algunos organismos internacionales. Para avanzar en esta dirección necesitaríamos equilibrar la balanza entre el valor que damos a los activos tangibles, como proyectos de infraestructura y obras físicas, frente a los activos intangibles, conocimiento, innovación, capital humano, entre otros. Existen ejemplos como el del Banco de Tiempo de Bilbao, un sistema de intercambio de servicios por servicios que busca fomentar las relaciones sociales y la igualdad entre los distintos estratos económicos. El tiempo funciona como una moneda no convencional que se deposita en el banco y se valora por igual, ya sea el de un principiante o el de un experto; mientras más circule y más gente comparta su tiempo y su talento, más rica es la comunidad y más fuerza se emplea en el cambio social ya que todos tienen oportunidad de dar, recibir y ser miembros productivos de ésta. ¿Si usted pudiera poner su tiempo en lo que mueve su corazón seguiría haciendo lo que hoy hace? ¿Qué le gustaría hacer si la decisión no fuera por dinero? ¿Qué pasaría con la colaboración y las relaciones si todos pudiéramos aportar desde lo que más nos gusta y hacemos mejor?
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