He dedicado una parte importante de mi vida a estudiar y trabajar sobre el cambio, desde la perspectiva personal, organizacional y social; no me definiría como experta, pero sí inquieta y estudiosa sobre este tema. Cuando uno toma la decisión de explorar algo como parte de su camino de vida, ésta se encarga de empezar a poner cada lección, para que vayamos profundizando y entendiendo cada vez más o también, para que nos aparezcan más preguntas y podamos seguir indagando sobre la cuestión. Y es que tal vez el cambio es lo único seguro que tenemos como seres vivos, tanto las plantas, como los animales y por supuesto como seres humanos; sin descartar las organizaciones y sociedades que al final son organismos vivos, un poco más complejos, porque involucran una gran cantidad de relaciones entre personas y grupos heterogéneos.
Es fácil estar de acuerdo con la teoría del cambio, aceptar que todo está en constante movimiento, observar como germina la semilla, se convierte en planta, da flores y/o frutos, etc., también es relativamente fácil aceptar los cambios en otros, pues nos paramos en el sitio del que mira a través de la ventana y siempre tiene la solución correcta para el vecino y como dice el dicho ‘es fácil ver los toros desde la barrera’ ¿Qué pasa cuando el cambio, esto es la pérdida de mercado, la crisis, el secuestro, la enfermedad, el terremoto o cualquiera de estos monstruos, que sentíamos tan lejanos, nos toca a la puerta y sin pedir permiso irrumpe y se instala en nuestra casa o en nuestra empresa o en nuestra sociedad? Nos hemos preparado para enfrentar situaciones adversas y complejas o nos hemos creído, ingenuamente, la historia de ‘pobrecito el vecino que le pasan tantas cosas’. Excepto que usted ponga su empresa, su familia o su vida en un congelador, el mundo está en constante movimiento y lo que pasa afuera, también lo afectará en algún momento, directa o indirectamente.
¿Cuál es el cambio más fuerte que ha tenido que enfrentar? Le ha tocado fácil y todo lo ha tenido a la mano y las cosas han funcionado de acuerdo con ese plan que se trazó o tal vez le ha tocado dar giros importantes, se ha visto contra la pared más de una vez y le ha tocado sacar su guerrero (a) para enfrentar situaciones nuevas. Sin importar si estamos en el primero o segundo grupo, creo que a muchos de nosotros nos han preparado más para movernos en situaciones de calma y para mantener el status quo que para dar giros de 180 grados y saltar al vacío. Y es curioso, porque la lista de las cosas que nos quitan el piso a lo largo de la vida son muchas y cada vez que aparece alguna sentimos que es algo inesperado que nos cuesta aprender a manejar. Pongamos un ejemplo concreto, la muerte de un ser querido ¿Qué hay más seguro en la vida que la muerte? ‘Todo lo que nace debe morir’ y sin embargo, es una de las situaciones más duras para un ser humano y para una familia.
Creo que uno de los errores más grandes que cometemos, no solo como seres humanos, sino como organizaciones y sociedad, es pensar que somos invencibles, que nos las sabemos todas, que tenemos el control de todo porque cuando nos sentimos más seguros, es cuando somos más vulnerables y estamos más expuestos. Un primer paso para prepararse ante la eventualidad de un cambio mayor es mirarse al espejo y reconocer que solo somos mortales, de carne y hueso y que no estamos libres de nada y que el ‘pobre vecino’ no es un bicho raro sino que probablemente es el mejor aliado que voy a tener cuando yo esté ahí, porque él ya aprendió lo que yo todavía no sé. Bajemos la cabeza, hagamos un buen ‘escaneo’ de dónde estamos parados y reconozcamos nuestras vulnerabilidades para que ‘el tsunami no nos coja por sorpresa’.
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