Desde este domingo he recibido y he visto muchos saludos de felices Pascuas en correos, mensajes de texto, redes sociales y me pregunto si todos estamos tan conectados con la Pascua de Resurrección o simplemente estamos repitiendo de manera automática una frase sin tener muy claro su contenido. Y puede que las dos interpretaciones sean correctas y algunos lo digan con todo el sentido espiritual, y otros simplemente lo recitan como una fórmula divertida asociada con la imagen del conejito que reparte huevos en primavera. Las carreras diarias, la falta de tiempo y un poco de superficialidad nos llevan, en ocasiones, a perder el valor de algunas cosas o por el contrario a convertir en ídolos a los gatos.
Cuenta el sacerdote jesuita y psicoterapeuta hindú Anthony de Mello que ‘Cuando cada tarde, se sentaba el gurú para las prácticas del culto, siempre andaba por allí el gato del Ashram, la comunidad espiritual, distrayendo a los fieles; de manera que el gurú ordenó que ataran al gato durante el culto de la tarde. Mucho después de haber muerto el gurú, seguían atando al gato durante el culto. Y cuando el gato murió, llevaron otro gato al monasterio para poder atarlo durante el culto vespertino. Fue así como siglos más tarde, los discípulos del gurú escribieron doctos tratados acerca del importante papel que desempeña el gato en la realización de un culto como es debido’.
Así que, para no caer en el culto al gato, me gustaría empezar por recordar que la palabra ‘Pascua’ viene del hebreo ‘pesáh’ y del griego ‘pascha’, que en español significa ‘paso’ o ‘salto’. Para el pueblo judío, antes del nacimiento de Cristo, la Pascua era una fiesta de pastores en la que se mataba un cordero para pedir la fecundidad, después se empezó a celebrar y aún los judíos celebran hoy, la salida de los israelitas de Egipto y el ‘paso’ del Mar Rojo hacia la liberación de la esclavitud. Para los cristianos, es la fiesta más importante de todo el año, en la que se celebra el ‘paso’ de Jesús de la muerte a la vida; es la resurrección de Cristo que es la nueva Pascua.
Por otra parte, la costumbre de los huevos de Pascua parece que viene de los antiguos egipcios que acostumbraban a regalarse huevos decorados con pinturas que sacaban de las plantas, el mejor regalo era el huevo mejor decorado que se ponía como adorno en las casas; también está la leyenda del conejo de Pascua que viene de las fiestas anglosajonas, antes del cristianismo, cuando el conejo era el símbolo de la fertilidad, asociado a la diosa del mes de abril, Eastre; luego se fue incluyendo esta imagen a la Semana Santa y a partir del siglo XIX se empezaron a fabricar muñecos de chocolate y azúcar en Alemania, lo que dio origen a una leyenda según la cual dentro del sepulcro donde pusieron el cuerpo de Jesús había un conejo escondido que estaba muy triste por la muerte de ese señor que todos querían tanto, hasta que el conejo vio como Jesús se levantó y dobló las sábanas con las que estaba envuelto y vino un ángel a quitar la piedra de la entrada y Jesús salió vivo de la cueva, dice la leyenda que el conejo supo que Jesús era el Hijo de Dios y decidió avisar al mundo que ya no tenían que estar tristes porque Jesús había resucitado; pero como el conejo no podía hablar eligió llevar un huevo pintado para transmitir el mensaje de vida y alegría, por eso el conejo sale cada domingo de Pascua a dejar huevos de colores en las casas para recordar que hay que estar alegres por que Jesús ha resucitado.
Así como el gato del gurú no era lo principal del ritual de la comunidad espiritual, tampoco el conejo ni los huevos pintados son la razón de la Pascua que, sin duda, es la fecha más importante para los católicos. El tema central asociado al paso de Jesucristo de la muerte a la vida, es el perdón; la reconciliación y la renovación, que no solo deberían tener sentido para quienes practicamos la fe católica, pero para todos los habitantes de este planeta y en especial para los países y regiones del mundo que, como la nuestra, necesitamos encontrar caminos para una convivencia pacífica, no solo desde el discurso a veces un poco vacío de algunos que se llaman políticos y dirigentes, sino desde decisiones y acciones incluyentes que deben empezar por el perdón y la reconciliación. Fue lo que hizo Nelson Mandela al llegar a la Presidencia de Sudáfrica; invitar a la población negra a perdonar a quienes habían sido sus verdugos por tantos años, él mismo tuvo que hacerlo, por sus 27 años en prisión. No solo se trata de perdonar y reconciliarse con el otro, el ejercicio, tanto en el plano espiritual como en el de las relaciones en una sociedad, empieza por reconciliarnos y perdonarnos a nosotros mismos, tema que es todavía más difícil porque implica reconocer que ‘no somos perfectos’, nos hemos equivocado y seguramente nos vamos a seguir equivocando.
Lo más importante es estar dispuesto a abrir una puerta en la que se puedan generar nuevas posibilidades, las que surgen cuando despertamos, cuando estamos conscientes, cuando ‘pasamos de la muerte a la vida’. No solo se trata de una invitación religiosa y espiritual, es un llamado de atención que, desde muchos sitios nos está haciendo el planeta con relación a la injusticia social, a la equidad, a la inclusión, a cuidar los recursos.
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