El impacto de la urbanización en el planeta, con más de 4.000 millones de personas que hoy viven en las ciudades, se llevó por primera vez en 1976 a una mesa de debate de Naciones Unidas, en la 1ª experiencia de Hábitat en Vancouver; 20 años después se reunieron en Estambul los líderes mundiales y adoptaron la agenda Hábitat II con un plan de acción global y una mirada más integral. Este 20 de octubre se cerró en Quito la 3ª edición de Hábitat, con la adopción, por parte de 193 estados miembros de la ONU, de una Nueva Agenda Urbana, como una ruta para el desarrollo sostenible de las ciudades, para los próximos 20 años, con tres principios: No dejar a nadie atrás, tener economías urbanas sostenibles e inclusivas y ser sostenibles ambientalmente (habitatiii.org).
Durante dos años se realizaron reuniones y encuentros preparatorios para esta conferencia, algunos con niños y jóvenes. Los reportes dicen que una niña de 10 años, participante de la Asamblea de mujeres, niños y jóvenes, se llevó el mayor aplauso al hablar con ‘desparpajo’ sobre las ciudades con las que sueñan los niños, en las que no hay drogas, alcohol, ni violencia, ‘que este mundo sea lleno de amor, que ya no haya odio, que trabajemos juntos’. La niña reclamó a la comunidad internacional que ‘pongan atención’ a las demandas de los más pequeños ‘Necesitamos, para la ciudad de nuestros sueños, más áreas verdes, jardines hermosos, flores, parques… y educar a los padres porque creen que los pequeños solo tenemos que hacer las tareas y estudiar, y eso tampoco es así’; finalmente dijo ‘Me despido, porque tenemos que ir a construir nuestra propia ciudad de nuestros sueños’. (Agencia EFE Quito 15 octubre). ¿Qué pasaría si de verdad escucháramos y permitiéramos que los niños tomaran parte activa en el desarrollo de nuestra sociedad? ¿Cuáles serían las lecciones que podríamos tomar de ellos?
A continuación, encontré en El Tiempo de este domingo, otro relato maravilloso que aparentemente, no tenía ninguna relación con lo anterior ‘Eva Kor, la niña que perdonó a los nazis’; una historia contada por alguien que está en el otro extremo de la vida, una mujer rumana de 83 años que estuvo en su niñez en Auschwitz, el peor campo de concentración nazi, donde además de ver morir a su familia, fue testigo de terribles crímenes. Las declaraciones de esta mujer, sobre la importancia del perdón y su visión de la vida ‘Soy muy feliz y desafío a todos a convertirse en la mejor versión de sí mismos… mantengan sus mentes claras y sean gentiles, hay tanta mezquindad en el mundo que incluso con tu más pequeño acto de bondad estarás mejorando las vidas de los demás’, se conectaron en mi corazón, con el sueño de los niños sobre la ciudad del futuro en Hábitat III ‘que este mundo sea lleno de amor, que ya no haya odios’.
¿Qué tienen en común los sueños de una niña de 10 años y la experiencia de una mujer de 83 que refleja la necesidad de superar el enojo y perdonar para estar en paz y ser felices? ¿Cómo pueden inspirarnos los niños y los mayores para avanzar en la construcción de una sociedad más pacífica e incluyente? ¿Cuáles son las vendas que deberíamos quitarnos para observar la realidad desde la inocencia y la frescura de los niños? ¿Podríamos valorar más las voces cansadas y sabias de los que están al final del camino? ¿Cuáles son las nuevas conversaciones que necesitamos abrir para avanzar como territorio amable?
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