Cuántas veces pensó hacer algo para ayudar a una causa, lo aplazó y terminó por olvidarlo, de repente se acordó que no lo había hecho, pero sintió que ya era muy tarde y no pudo o no se atrevió. Si le suena conocido ¡Bienvenido al club de buenas intenciones! Yo hago parte de él y creo que no estoy sola. Esto es genial porque, hoy más que nunca, necesitamos tener un corazón limpio, una mirada sincera y una agenda transparente; sin embargo, no es suficiente, para que las cosas cambien necesitamos pasar a la acción, como dicen popularmente 'de buenas intenciones está lleno el purgatorio'.
Tal vez piense que ya llegará el día para hacer buenas obras, que es un tema de hermanitas de la caridad y usted tiene muchos compromisos y no tiene tiempo. Por esta forma de pensar y probablemente también por nuestro egoísmo, no hacemos un alto en el camino para reconocer las necesidades y vacíos de quienes nos rodean.
No me considero indiferente al dolor y dificultades de otros y tampoco me creo la Madre Teresa de Calcuta; soy consciente que se me pasan situaciones en las que podría poner un granito de arena y otras en las que, en cambio de aportar a la solución, me convierto en parte del problema. De todos modos, trato de revisar mis intenciones y poner lo mejor de mí en lo que hago, tal vez por eso, la semana pasada recibí un gran empujón que me impulsó a poner en acción una idea. Una amiga me invitó a una conferencia como parte de la celebración de los 30 años de la Fundación Nutrir, un proyecto que surgió en 1986, producto de la inquietud de personas que, sin ser expertos en el tema y con todo el corazón, sintieron la necesidad de poner un granito de arena para la solución del hambre y la desnutrición infantil en la región.
El invitado especial en el evento de Nutrir, para tocar el corazón de los asistentes, fue un reconocido manizaleño a quien cariñosamente se le conoce como 'Papá Jaime', fundador de la obra 'Niños de los Andes'. Este hombre que ha dedicado su vida a darle una segunda oportunidad a niños que viven en las alcantarillas, nos dio una hermosa lección sobre lo importante que es hacer algo, lo que sea, ofrecer una sonrisa, dar una mano a quien se está hundiendo, abrazar al que se siente triste, dar un juguete, cama o abrigo al que lo necesita. Una de las cosas más valiosas, que encuentro en esta historia maravillosa, es el hacer posible que otros tengan una vida digna, puedan escoger y tener nuevas oportunidades para ser felices, lo que a su vez genera una gran satisfacción en el que da y un nuevo impulso para continuar haciéndolo.
La conferencia tocó mi corazón y me cuestioné acerca de mi contribución; mi respuesta es que, siempre es posible dar más y aún tengo las manos vacías. Me reconecté con el sueño de crear un movimiento para que cada uno de nosotros ponga un granito de arena en la construcción de una sociedad en paz; estoy convencida que esto solo es posible desde un corazón abierto y generoso. Dar no para que nos reconozcan, dar para que alguien pueda sonreír; decidí no aplazarlo más y creé el grupo 'ACTOS DE AMOR' en mi página de Facebook, un espacio abierto que invita a tener un gesto amoroso con alguien, cercano o desconocido. Mi invitación no es a que hagamos actos heroicos, porque como decía la Madre Teresa de Calcuta 'No es tanto lo que hacemos, sino el amor que ponemos en lo que hacemos'.
Me surgió otra inquietud, cuántos de nosotros conocemos y estamos vinculados a alguna de las muchas iniciativas que reflejan actos de amor en nuestra región; podría mencionar algunas como Fundación Nutrir, Niños de los Andes, Pequeño Corazón, la Divina Misericordia, Obras sociales Betania, Hogares Crea, entre otras; estoy segura que todas necesitan apoyo y valorarían una mano amorosa. También me pregunto cuál sería el impacto si, como en la película 'Cadena de Favores', cada uno de nosotros se propusiera realizar todos los días un ACTO DE AMOR desde el corazón.
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