El pasado miércoles 100 científicos laureados con el premio nobel en medicina, química y física, firmaron una carta en la que criticaron fuertemente a la organización Greenpeace por su campaña en contra de los organismos genéticamente modificados (OGM), especialmente contra el cultivo del arroz dorado. También instan a los gobiernos a que mantengan una posición crítica y basada en datos científicos a la agenda de cabildeo que ejercen organizaciones como esta. Los científicos se preguntan en su comunicado “¿cuántas personas pobres deben morir en el mundo antes de que consideremos esto (la oposición a los transgénicos) un crimen contra la humanidad?”.
El movimiento en contra de las semillas genéticamente modificadas es tan grande y tan ampliamente aceptado por un grupo significativo de ciudadanos, que para hablar en defensa de los transgénicos hay que juntar a 100 científicos galardonados con el premio Nobel. No cualquier ciudadano o doctor en ciencias o biólogo o agrónomo es capaz de salir en defensa de los OGM, porque es probable que sea arrollado por una legión de defensores de lo natural, que muchas veces se confunde con lo sano, lo verde y lo ecológico, aunque no sean lo mismo.
Un OGM es aquel al que le han hecho un cambio en su genoma mediante la manipulación en el laboratorio que por medio de cruces naturales no se hubiera podido lograr. Lo que se busca mediante esta alteración genómica es mejorar algunas condiciones de la planta, por ejemplo: su adaptación a temperaturas extremas, exceso y escasez de agua, resistencia a plagas o enfermedades.
Como lo manifiestan los 100 científicos en su declaración, no se ha presentado un solo caso de enfermedad en humanos u otros animales por el consumo de alimentos transgénicos. No existen estudios científicos serios ni datos relevantes, entre los muchos que se han realizado y recogido, que hayan demostrado que los OGM tienen impactos negativos en la salud humana. En mayo pasado la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, publicó un informe de revisión de más de 900 estudios, llevados a cabo en los últimos 30 años determinando que al examinar “los datos epidemiológicos de incidencia de cáncer y otros problemas humanos de salud a lo largo del tiempo no ha encontrado evidencia de que los alimentos procedentes de transgénicos sean menos seguros que los convencionales.”
Por el contrario, la manipulación genética, permite que las plantas demanden 37% menos pesticidas, hacen los cultivos 22% más productivos y aumentan los ingresos de los campesinos en un 68%. Hacer más eficiente la producción, tiene como consecuencia una mejora en la calidad y una disminución en los precios de los alimentos que permite a los más pobres un mayor y mejor acceso a la comida.
Existe, hoy, una preferencia por aquello que se denomina “natural.” Este nuevo gusto o moda, muchas veces está estructurado desde un desconocimiento de lo que se cree es sano, verde o limpio. La misma revolución agrícola, el momento en el que el ser humano descubrió la manera de sembrar y cosechar (hace 9.000 años), no fue, ni sigue siendo, un proceso natural. Por su parte, el arsénico es un químico 100% natural, orgánico, sin lactosa, ni gluten, ni grasas trans, ni colorantes, ni transgénico, que puede causar la muerte.
Adicionalmente estos nuevos desarrollos tecnológicos representan siempre una resistencia por parte de los consumidores. Algo similar pasó con la imprenta, con el automóvil, la luz eléctrica, la radio, la televisión y ahora sucede con el Internet. Es paradójico, que las redes sociales estén llenas de videos, artículos, infografías y memes sobre lo dañino que pueda resultar el Internet, pero su crecimiento sea cada vez mayor. Lo que sí es natural es que la especie humana sienta miedo al cambio y presente un rechazo inicial por las nuevas tecnologías.
Para los 100 científicos, en el movimiento anti transgénicos hay más una agenda política que científica. Asimismo, es evidente que un buen número de compañías que producen y comercializan OGM recurren a prácticas comerciales, y hasta legales, que son cuestionables desde la ética, la justicia y la equidad. Sin embargo, no debe reprocharse el modelo de negocio atacando, sin información veraz, el producto. Resulta sorprendente que los activistas anti transgénicos, en muchos casos, llevan una dieta vegetariana o vegana como una posición política en contra de la industria alimenticia, pero terminan consumiendo suplementos dietarios fabricados por la industria farmacéutica, sobre la cual también son pertinentes algunos reclamos sobre su comportamiento comercial.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015