Bogotá está enferma, está indigesta, se atragantó de poder, acumuló todas las oportunidades y ahora no es capaz de controlar su metabolismo, no puede caminar, su circulación es pésima. Está postrada pensando que la solución a sus problemas pasa por implementar medidas de corte urbano y social, por elegir a tal o cual alcalde, incluso hay quienes creen que a Bogotá la revive un metro.
La capital es la primera y principal víctima del centralismo colombiano. No hay decisiones importantes que se puedan tomar desde la provincia, todo necesita el visto bueno de varios funcionarios de alguna dependencia, ministerio, superintendencia u oficina en Bogotá. En las regiones no se pueden resolver asuntos trascendentes para su desarrollo como la estructuración del sistema integrado de transporte o los planes de saneamiento básico y de agua potable, sin uno en o varios chulos de un funcionario de la capital, que posiblemente son expertos en el tema pero no conocen la región.
En este contexto, no resulta llamativo que el contrato para los programas de alimentación en las instituciones educativas en Caldas se lo haya ganado la Cooperativa de Servicios de Madres Comunitarias de Cereté (Córdoba) en unión temporal con la Asociación de Bachilleres de la Comunidad de la Parroquia de San Nicolás de Tolentino de Montería (Córdoba). Ésta parece otra decisión tomada desde Bogotá, desde donde se envían los dineros para los programas de las regiones y, de paso, se señala a quien se debe escoger. ¿Estamos ayudando a pagar en Caldas el voto costeño de las elecciones presidenciales? Eso da para otra columna, pero demuestra, una vez más, como todas las decisiones sobre pasado, presente y futuro de las regiones se tramitan por Bogotá.
Que todos los asuntos relevantes sobre la gestión de lo público en la provincia tengan que pasar por Bogotá requiere de mucha burocracia trabajando en oficinas, dependencias y agencias especializadas en la capital, tomando decisiones desde el centro para enviar dinero a la provincia. Muchos de los jóvenes que no encuentran oportunidades en sus ciudades tienen que migrar a Bogotá para conseguir trabajo en una de estas instituciones donde se decide cómo y con qué se implementan los programas en las regiones.
Las justificaciones para este despropósito también son paradójicas, entre ellas se encuentran los problemas de corrupción de las regiones y la falta de personas capacitadas para la toma de decisiones. No queda claro cuál es el índice para establecer el grado superior o inferior de transparencia del gobierno nacional, ni por qué está mejor preparado un profesional de la Universidad de Caldas o de la Universidad Industrial de Santander que trabaja en Bogotá que aquel que ejerce su profesión en Manizales o Bucaramanga.
En el sector privado la situación es bastante parecida, poco a poco las decisiones de mercado o de estrategia que afectan a las compañías terminan teniendo su epicentro en Bogotá. Que la capital siga concentrando el poder y haciendo cada vez más preponderante su mercado hace que todas las empresas deban mirar hacia allá, entre más grande, más importante su participación en el Distrito.
Mientras tanto, la capital sigue indigesta, atragantándose de oportunidades, buscando alternativas de movilidad, ambientales y sociales, sin darse cuenta que su principal tratamiento es soltar el poder, darle más autonomía a las regiones, permitir que desde otras ciudades se tomen las decisiones que afectan su desarrollo y puedan ampliar las oportunidades para sus ciudadanos, porque de lo contrario Bogotá no colapsará por la falta de un metro sino por avaricia.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015