Recién comenzaba la década de los años 90, ya en las postrimerías de la Constitución de 1886, épocas para las cuales los magistrados de las Altas Cortes eran designados de manera vitalicia (indefinidamente) y su retiro se producía normalmente por arribar a la edad de retiro forzoso (65 años), era elegido por el Honorable Consejo de Estado el ilustre profesor Rodrigo Vieira Puerta, extraído del propio Tribunal Administrativo de Caldas donde oficiaba como uno de sus funcionarios, y quien entregaría sus últimos años de vida laboral a aquella corporación.
En julio de 1991 se instituía el período de 8 años para dichos magistrados, lo que permitía que su vinculación pudiera ser superior a este lapso; no obstante, su permanencia en la magna institución fue corta pero suficiente para dejar con su impronta, en lo más alto, el nombre del Departamento. Hombre de universal formación jurídica e intelectual que aún comparte con sus más allegados, y de la que sus publicaciones son testimonio fiel de la fortaleza de su sabiduría; fue forjador de incontables generaciones de profesionales y ejemplo de superación a base de pundonor y perseverancia, todo lo cual le resulta complementado con una admirable personalidad, por demás sencilla, para quien lo básico es la esencia de la existencia; de trato amable y cordial, accesible, generoso en virtudes, prudente en estilo, firme en sus convicciones y respetuoso de las de los demás, lo que ha resultado corroborado con las más altas distinciones que le han otorgado las instituciones que se han nutrido con sus enseñanzas…
Pero como normalmente ocurre en nuestro país, al concluir su abnegado servicio al Estado, esencialmente a la justicia, debió como tantos otros ‘luchar’ su pensión de retiro incluso en los estrados judiciales en procura del reconocimiento de la merecida prestación conforme a las reglas de derecho, de las que, estaba convencido, debían regir las relaciones del Estado con sus asociados para mantener la convivencia pacífica.
Para ilustrar la vida del ilustre maestro, me permito traer, para parodiarla, este apartado de Piero Calamandrei: “Cuentan de un médico que cuando era llamado a la cabecera de un enfermo, en lugar de ponerse a examinarlo y a auscultarlo pacientemente a fin de diagnosticar su enfermedad, comenzaba a declamar disertaciones filosóficas sobre el origen metafísico de la enfermedad, que, a su entender, demostraba que el auscultar al enfermo y el tomarle la temperatura eran operaciones superfluas. Los familiares que esperaban el diagnóstico en torno al lecho, quedaban maravillados de tanta sabiduría, y el enfermo, a las pocas horas, moría tranquilamente”.
25 años después, el Consejo de Estado extrae del mismo Tribunal Administrativo de Caldas a otro servidor de la Rama Judicial que igualmente le ha dado honor a las instituciones a las cuales les ha prestado sus servicios, a la vez comprometido con la causa de la justicia. Siempre reacio a participar en el difícil proceso de selección a Alta Corte, pudo en muy breve tiempo el doctor William Hernández Gómez, en su primera y única vez, superar las complicadas barreras que el camino entraña y ser distinguido con la calidad de magistrado de la Sección de Asuntos Laborales de aquella Corporación. Al igual que el doctor Vieira, su sólida formación académica, el estilo prudente y sobrio que ostenta, y su amor por la cátedra, lo ha llevado a ser bastión de la Escuela Judicial “Rodrigo Lara Bonilla”, quien acompañado de otros funcionarios judiciales ha contribuido en grado superlativo a la formación de las nuevas generaciones de jueces y magistrados, ganándose el reconocimiento y aprecio de sus discentes. Su amor por las bellas artes, especialmente por el teatro y la música, lo hacen también un ser especial, igualmente de trato afable, sin egoísmos, siempre comprometido con una pronta y cumplida justicia.
A mi maestro y al compañero de trabajo, constructores de esperanzas, este reconocimiento por su tenacidad y vocación, quienes han logrado, como muchos otros caldenses que han transitado y transitan por las altas corporaciones de justicia, darle lustre a las instituciones judiciales, y de modo especial al Departamento de Caldas, que en ese ámbito sí sigue siendo Modelo.
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