En Colombia somos un poco tontos, porque nos apegamos a ciertos rituales y símbolos prestándole poca atención a la realidad. Creemos que con firmar la paz, con el hecho que los dos jefes de las contrapartes pongan sus firmas bajo un documento, las ideas se convierten en hechos. Por supuesto que ese documento es ejemplar y no dudo que el estudio jurídico que engendrará una serie de leyes y le darán un marco legal a este proceso es de altísimo nivel. Sé que para la evolución como nación la paz es un paso fundamental. Pero tengo objeciones que me hacen escéptico ante lo que está haciendo el Gobierno Santos.
Ellos firmarán la paz y ¿quién la hará? Todo el mundo apoya cualquier iniciativa que ayude a consolidar la democracia, pero el país no ha sido movilizado de verdad alrededor de este cambio sustancial en nuestras actitudes políticas.
El tan promocionado posconflicto tendrá vigencia siempre y cuando el gobierno tenga plata para pagarlo. Los países extranjeros aportarán sabios que han adquirido experiencia en los conflictos armados de los últimos 50 años en el mundo, y esto lo facturarán como aporte.
El proceso de paz y su posconflicto lo pagaremos los colombianos, así como hemos pagado el Plan Colombia a pesar que se dejó creer a un país desinformado que eran los amigos del Norte los que hacían los desembolsos.
El petróleo ya no vale y la inflación está aumentando, señal que los recursos para ese megaproyecto van a ser mucho menos que lo esperado.
¿Cuál es el papel que le va a designar el Estado a la sociedad colombiana en este proceso? ¿Los gremios hasta dónde y en qué están comprometidos? Me pregunto, ¿cuál es el aporte, no económico, de una entidad como la Federación Colombiana de Cafeteros? La Iglesia Católica desde el púlpito y la base, no desde la Conferencia Episcopal, ¿qué va a hacer para que este proceso de paz no se convierta en un acto burocrático y adquiera vigencia y se nutra de la concurrencia de la gente común?
¿Los partidos políticos cómo están promoviendo en sus bases para soportar el posconflicto? Con una Cátedra de la Paz no se moviliza un país alrededor de una urgencia como lo es este proceso de paz. ¿Todo el trabajo de motivación y de información quedará en manos de los medios de comunicación masivos?
Olvidamos nuestra historia reciente: El Incora fue la entidad creada por el Estado para realizar una de las tantas reformas agrarias. ¿De eso qué quedó en limpio? Demasiado poco, porque surgió con más fuerza la guerrilla que se proponía a defender al siervo sin tierra y después surgieron los paramilitares que a su vez se proponían defender a los dueños de la tierra que no los defendía el Estado.
¿Este Estado frágil ya cambió y está en condiciones de ejecutar sin corrupción ese tan invocado y tan bien diseñado posconflicto? ¿O el posconflicto lo manejarán funcionarios de la índole de los del ICBF en la Guajira, incapaces de brindarle agua a la población más vulnerable, que son los niños?
Comete el país un error embarcándose en un proceso de paz con la aceptación de un presidente que está por el piso. En el forcejo político de un proceso como el que vivimos, la Presidencia como institución no tiene las mejores cartas, ya que no cuenta con el respaldo de la gente. Tenemos un presidente débil hipotecando el futuro de Colombia.
Hay otra idea interesante: En la Primera Guerra Mundial, uno de los conflictos armados que marcó el siglo XX y en el cual murieron y fueron desplazadas más de 20 millones de personas (o sea casi la mitad de la población del país), la exigencia de los Aliados fue la desaparición de todas las casas reales que habían causado esa guerra. El presidente Wilson, de los Estados Unidos, dijo que él no negociaría una paz con el emperador Guillermo II. Era imposible sostener una paz con los promotores del conflicto. ¿No sería oportuno que las Farc igualmente desaparecieran en función de hacer posible la paz para Colombia? Ellos se dedicarán a hacer política basándose en la lucha sangrienta que han sostenido por 50 años en defensa de unos ideales políticos. Gran parte de la población no estará de acuerdo y no le dará crédito a esa aventura bélica, y otra parte, que son las víctimas, les exigirá reparaciones. Muy poca gente se sumará a ese nuevo partido, fallando en ser representativo y solo se le permitirá actuar como resultado de una negociación. El conflicto continuará.
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