El arte es el resultado de un proceso cultural donde convergen educación, talento, creatividad, materiales y espacios físicos, entre otros, y desembocan, dependiendo el género, en una exposición, la publicación de un libro, el concierto o la presentación de la obra. En esa fase culmen se encuentra la obra de arte y su espectador, aquí sucede el chispazo ya que el espectador o el lector le dan vida a la obra.
El arte es hijo del afán del ser humano de comunicar. En ese sentido el arte está estrechamente emparentado con el lenguaje, el medio básico del hombre para relacionarse con sus congéneres. Es tan importante la comunicación que en el siglo XVII un zar ruso mandó realizar un experimento cruel en el cual a 10 niños huérfanos se les dieron durante tres años todos los cuidados materiales, pero a las enfermeras y médicos se les prohibió hablar con los pequeños. El resultado fue terrible, porque no solo se enfermaron los niños muriéndose, sino los que sobrevivieron no fueron aptos para vivir en sociedad debido a las locuras que habían incubado.
El jueves pasado, desde las 4 de la tarde hasta las 9 de la noche, se cerró en Manizales la calle 50 entre las carreras 27 y 27A con el fin de crear un espacio donde los procesos culturales o sea el arte de Manizales tuviera un encuentro con sus espectadores.
Esta iniciativa se inspira en actividades anteriores como Tour Arte La Francia (año 2003) y La Ronda (año 2009) donde diferentes instituciones se sumaban bajo el lema de puertas abiertas y mostraban su trabajo. Por supuesto convidaban a los artistas independientes a que hicieran lo mismo. En Pereira hace más de una década se realiza La Cuadra mostrando resultados asombrosos para el que hacer cultural de esa capital.
Al frente de este importante y muy necesario aporte están la Fundación Rafael Pombo y la Fundación Road House, ambas vecinas de esa calle que convocaron a los colegios aledaños a formar parte de ese proyecto. También participaron otros grupos y movimientos de arte que, curiosamente, tienen sede en el mismo sector.
La programación llevada a cabo en la calle, o dentro de las sedes de las dos fundaciones, fue extensa e iba desde títeres a concierto de jazz, desde muestras gastronómicas a venta de libros, para todos los gustos y edades había más de 15 eventos.
Bajo este modo de crear espacios para la cultura local se le estaría brindando a la ciudad una miniferia del libro, un minifestival de jazz, un minifestival de teatro atendiendo un público ávido y poco interesado en esperar un año hasta que se realice tal o cual evento central.
La periodicidad propuesta por los realizadores es cada dos meses, tiempo ideal para poner en marcha una complicada y fatigante logística que choca, muchas veces, con una ciudad y una administración no acostumbradas a este tipo de iniciativas.
Empezar un proyecto de esta magnitud es difícil, aunque es aún más difícil mantenerlo con vida. Depende de la ciudadanía darle el respaldo, no solo con un virtual me gusta, sino asistiendo, dejándose contagiar del arte local y sus creadores. Hace falta que más gente se vincule con ideas y apoyo para de esta manera darle a Manizales la posibilidad de pensar y vivir el arte desde lo colectivo, desde la ciudad.
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