Según el diccionario mártir es aquella persona que da su vida por sus convicciones, sin hacer distinción entre lo religioso o político. En el año 1816 el rey Fernando VII, durante la reconquista de la Nueva Granada, nos obsequió alrededor de 500 muertos políticos entre ellos figuras como Camilo Torres, Joaquín de Hoyos, Antonio de Villavicencio o Francisco José de Caldas. Esta cifra se debe leer en el contexto del gobierno de este rey sanguinario que dejó alrededor de 15.000 muertos políticos en todos sus dominios y más de 50.000 exiliados, entre ellos el famoso pintor Goya quien murió en el exilio por temor a las retaliaciones de este hombre cuyos mejores retratos fueron pintados por él.
Este año que se conmemora el bicentenario de estas muertes, que fueron el prólogo dramático de nuestros primeros pasos como democracia, que no tendrá mayor lustre a pesar de haber sido destinadas algunas partidas para resaltar esas efemérides. Se verá que ciertos mártires tienen mejor acogida y que no se procederá con justicia, dando rienda suelta a preferencias, por no decir roscas.
Mas la suerte de todos estos hombres y más de una mujer 200 años después es triste. Ellos mueren por implantar el gobierno del pueblo y esos logros pagados con sangre poca vigencia tienen hoy en día. Somos una democracia excesivamente disfuncional y frágil, incapaz de comprender ese legado. ¿Ese pueblo colombiano que recibió la ofrenda de esas muertes ha crecido en su conciencia democrática, asumiendo con entereza el camino trazado por estos Padres de la Patria? Lo dudo. Hay más colombianos dedicados a desmontar la democracia bicentenaria que aportando a fortalecerla. Estamos lejos de la meta y lejos del punto de origen.
Un ejemplo: Llegó a mis manos un librillo editado a raíz del bicentenario del sabio Caldas que recoge las memorias de la 4ta Jornada Caldas realizado aquí en Manizales, y me sorprendió que ninguno de estos eruditos señores habla de la labor política de Caldas y especialmente su trabajo periodístico a favor de la Independencia en su Diario Político de Santa Fe de Bogotá. El perfil de patriota, de hombre comprometido con una sociedad dinámica, no les interesó, seguramente para ellos no vale la pena. Se habló del científico; tema loable, pero este departamento ostenta el nombre de Caldas por su labor política de durante los años de 1809 y 1816, y no por sus conflictos con su colega alemán Alejandro von Humboldt o la construcción de sus instrumentos científicos. Este departamento se llama Caldas y no Mutis o Humboldt. El rey español fusiló a Caldas por patriota, por haber pretendido establecer un gobierno republicano dejando atrás la monarquía y no por sabio.
La oportunidad de hablar de democracia, de sus inicios, de sus conflictos y sus avances no le interesa a esta sociedad que se dispone a conmemorar hipócritamente algo que no aprecia. La llama de la pasión por lo colectivo, por el bienestar de una sociedad hace muchos años se redujo a casi nada. La apatía de una parte de los colombianos por un lado; la viveza de otros y la ignorancia de los demás han desdibujado completamente lo que hace 200 años se inició, sin darse cuenta que los que pierden son ellos mismos. ¿Cómo quedará la ofrenda floral depositada por un gobernante que compró votos para acceder a su cargo, en el monumento de un hombre que no temió la muerte ya que pensaba en su patria?
Recordemos que nuestra Independencia se inició sin que cayera un solo tiro, que fue un proceso político dirigido por la inteligencia del país y fue la reconquista del rey, encargada al general Pablo Morillo, la que convirtió este proceso en guerra. Seguramente la festividad va ser más honesta en el año 2019 cuando se conmemore el bicentenario de la Batalla de Boyacá, porque de muertos y de violencia sí sabemos mucho y tenemos mejores referentes. Lastimosamente ese momento de nuestra Independencia nos es más fácil de recrear, porque creemos que la historia nos ha enseñado que la Independencia se logró con las armas solamente.
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