Cartagena es una de las ciudades más bellas de Colombia. Su historia es historia patria, porque por ese puerto llegaron casi todos los europeos y africanos que poblaron el país, recae sobre ella una veneración filial. Lo primero que vieron del desconocido continente estos nuevos pobladores, los unos esperanzados y los otros totalmente afligidos, fue esta ciudad. Es Cartagena la partera que recibe a esta compleja población y la lanza a este tropical mundo.
Usualmente se asocia el centro histórico de Cartagena, el llamado Corralito de Piedra, con casas de la época colonial. Son típicos los grandes balcones, los marcos de las portadas en piedra labrada, extensos aleros, blancas y altas paredes y todo esto cubierto con tejas de barro. Pero esa acepción se desvanece con una mirada más atenta. Posee Cartagena un gran acervo de construcciones republicanas que perfectamente encajan en el paisaje urbano de esta singular capital. Para Manizales este hecho es de importancia. No estamos solos con esta responsabilidad de hacer rendir esta herencia republicana.
Inclusive el nombre dado a este estilo arquitectónico se refiere a Cartagena y es difícil de entender desde la perspectiva de la cafetera Manizales. Se llama republicano porque surge en la época que este sistema político tomó cuerpo y fuerza en nuestro país, teniendo uno de sus principales focos precisamente en Cartagena.
La explicación histórica es evidente. Después de la Independencia, tan anhelada por los cartageneros, el comercio que este gran puerto realizaba, quedó en manos de los patriotas. Los comerciantes españoles, especialmente gaditanos, regresaron a su país de origen, cerrando sus sucursales, por medio de las cuales reenviaban las ganancias de sus actividades a España, haciendo apenas unas precarias inversiones en la expoliada colonia. Este negocio quedaba ahora en manos de los criollos raizales interesados en hacer progresar su ciudad natal. Por otro lado al ser abolido el dominio español el comercio pudo ser abierto a todas las naciones, limitado en tiempos de los reyes españoles solo a la metrópoli, no tardando los comerciantes ingleses y norteamericanos en abastecer con sus mercancías las bodegas cartageneras. Las primeras fortunas independientes después de 1810 se amasaron en la Cartagena comercial y no en la Antioquia minera; en la Popayán de los hacendados mineros y mucho menos en la burocrática Santafé de Bogotá.
¿Qué hace el exitoso comerciante con sus riquezas? Construir ostentando su estatus. Lo viejo se remplazaba con lo de ese momento o si el dinero no alcanzaba para tanto se remodelaba la fachada colonial introduciendo los elementos y adornos típicos de la arquitectura republicana.
Las grandes construcciones republicanas como colegios, centros de gobierno y demás infraestructura pública, son hechas por el gobierno y no por ricos comerciantes, estos, para el comienzo del siglo XX ya estaban avocados a una cíclica decadencia. Es curioso que Cartagena posea tan poquitos edificios Art Decó, el estilo que siguió al republicano. Surge sí el barrio Manga con su bellas casaquintas comparables con nuestro barrio Versalles, ambos, tristemente, destruidos debido a la falta de protección y la avaricia de ágiles constructores.
Para Manizales y su gente interesada en salvar el patrimonio arquitectónico de su Centro Histórico esta coyuntura es de gran utilidad. Estas dos ciudades tienen una interesante casuística que compartir. Seguramente en Cartagena hay una asociación cívica que ostenta en su misión la elaboración de proyectos de ley que regulen el sostenimiento de ese bello patrimonio, que promueva dentro de la población la crucial importancia de la existencia de estas edificaciones, así como la hay aquí en Manizales.
Cartagena es la perfecta demostración de que el patrimonio arquitectónico tiene una gran trascendencia económica. El turismo de Cartagena recaba su razón de ser en él. Toda persona que duda del valor de una casa antigua y bella solo debe echarle un vistazo a Cartagena y ver como los cartageneros, después de muchos años de trabajo y negociaciones, en cada casa antigua, por pequeña que sea, han ubicado un negocio rentable y coherente con el turismo.
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