Vi que una lágrima asomó en sus ojos; sereno pero conmovió en su interior al curita aquel le llegó el día de entregar la Parroquia donde varios años ha servido; se apresta a ir a una nueva comunidad Parroquial.
Maleta, cajas, morral: todo listo; imposible olvidar los años pasados en medio de esa comunidad querida para él donde llegó a ser padre y pastor, guía, amigo, animador, orientador y celebrante de los Sacramentos que unen a la presencia de Dios.
Una última mirada al Templo parroquial lugar de las celebraciones que siempre presidió con preparación, ánimo, cariño y unción, donde proclamó la Palabra divina y tantas veces en el confesionario limpió corazones rotos, desanimados o descarrilados; allí está parte de su presencia y lucha para mantener un lugar bello, limpio, ordenado, con buen sonido, flores, luces, música y canción.
Un abrazo fraterno al cura entrante, al que vino a recibir su nueva Parroquia dejada en orden por el saliente; no faltó la entrega de la carpeta con el informe sobre la dura parte administrativa, relación de empleados, inventario minucioso, las facturas pagas de agua, luz, telefonía, predial, impuesto del vehículo parroquial tan útil para la visita a veredas y enfermos lejanos; todo al día y con una responsabilidad y precisión admirable; entrega una módica suma para el mercado de la semana y los gastos de vino, hostias, flores y manteles.
Enseguida en otra carpeta le entregó la relación al entrante sobre los empleados sacristán, secretaria y señora encargada de la atención de la casa cural pues hay que atender bien y con cariño a todo el que llega.
Siguió el informe sobre las actividades desarrolladas en la semana: reuniones con las comunidades de evangelización, el curso bíblico, la reunión con acólitos y lectores servidores del altar, distribución de comunión a los enfermos, acción siempre cariñosa y animosa; la atención a las escuelas y colegios de su ámbito parroquial, las visitas al hospital cercano, la catequesis familiar de primera comunión, confirmación, los cursos de preparación al matrimonio, el seguimiento a las parejas matrimoniales.
Luego dio cuenta de las actividades en servicio de los más necesitados de su comunidad parroquial: el restaurante para niños o quizás para ancianos, los mercados semanales repartidos a familias en carencia, el ropero, el costurero, el servicio de medicamentos gratis para muchos.
En la puerta, ya para abordar el carro de partida miró el despacho parroquial donde a tantos iluminó, ayudó, alentó, consoló, corrigió, amó con corazón de pastor.
Montó al carro y partió apretando sus labios entre dolor y emoción de evangelización; creen que se lo lleva todo, pero deja todo y sigue alegre; gracias buen orante y peregrino.
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