El tres de septiembre de 1939 se dio inicio en Europa en coalición de las grandes potencias a la llamada segunda guerra mundial; un periódico de la época anota que nadie previó lo que iba a venir: una violencia destructora, una ceguera de poder, un ánimo de destrucción del catalogado como enemigo.
Nadie previó en efecto las consecuencias en tiempo y hechos de la guerra que se comenzaba y que se creía sería casi relámpago; no fue previsto que en la raíz de todo el problema había la mente de un hombre que era capaz de increíbles hechos de matanza y exterminio: Adolfo Hitler.
Nadie alcanzó a entrever ese tres de septiembre que se daba inicio a un largo período de oscuridad y miedo que iba a desembocar en la persecución Nazi contra los judíos, el orgullo de una raza para exterminar todo lo contrario a su pensamiento, los fatídicos y dolorosos campos de concentración donde murieron millones de niños, mujeres y hombres sin haber portado un arma, protestar por un régimen violento.
Desde ese día hasta 1945 el mundo se cubrió de una sombra de odio y miedo, un temor y oscuridad; por motivo de ese avance de la violencia enfermiza estalló la bomba atómica que levantó como protesta un hongo de horror donde se lanzó ese agosto de 1945.
Es verdad lo que anotó aquel periódico de aquella época en 1939; nadie previó el alcance de esa declaratoria de guerra contra Alemania liderada por Adolfo Hitler y sus ideas de predominio y triunfo a toda costa así se llegara a mortandad infame de millones de inocentes.
Debemos reconocer que muchas veces en nuestro diario acontecer sucede lo mismo; no somos previsores, no analizamos las labores emprendidas, se procede a la ligera, sin pensar en serio los pasos a dar, sin mirar el futuro, sin tener en cuenta "lo bueno, lo bello, lo perfecto" como anota en algún lugar la Sagrada Escritura.
Relaciones laborales o afectivas surgidas a la ligera tras el placer momentáneo y rápido, pirámides y negocios que ofrecen grandes ganancias pero sin poner al descubierto los medios y las metas a seguir.
Cuántas personas resultan a veces sumergidas en problemas casi insolubles que dejan heridas, impactos de gran dolor y fracaso y todo porque algo se hizo o se asumió a la ligera, sin preparación, sin suficiente conocimiento o análisis.
Me parece que el proceso de paz en Colombia va lento como debe ser, pero sin improvisación sino analizando cada paso que se da; creo que vale la pena orar y apoyar este proceso que puede dar como regalo un acercamiento a la paz, al menos de una parte de Colombia.
También en nuestros hogares se debe proceder no a la ligera, a base de gritos o insultos, venganzas o sordera, sino en diálogo sereno, revisión honesta y pasos hacia un futuro mejor; la oración, la lectura bíblica y el diálogo pueden traer amor que evite catástrofes en el futuro.
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