Paul Claudel al asistir a la Misa de gallo aquel 24 de diciembre la llamó "mi gran noche" porque recibió una gran luz, la que le hizo exclamar: "esto es Verdad, Jesús es Verdad".
Lo hemos olvidado, porque hemos convertido esta noche en un bullicio y una movilidad estresante, hemos acallado el sentido profundo de aquel bello poema navideño: "noche de paz" que hoy tiene su historia.
El padre Joseph Mohr, párroco en la pequeña población de Obendorf (Austria) madrugó aquel 24 de diciembre de 1818 para preparar muy bien la Misa de gallo, en la noche de Navidad; pesebre, luces, altar, ceremonia, todo fue organizado con decoro y belleza.
No faltó el pensar en la música, pero al revisar el órgano para ser tocado en la ceremonia, encontró que unos traviesos y hambrientos ratoncitos habían destruido parte del aparato musical que ya no emitía sonido alguno por daño en el fuelle central; la alarma no se hizo esperar pues sin los villancicos y la animación musical la ceremonia de media noche perdería vitalidad y solemnidad.
De inmediato el P. Mohr llamó al organista de la parroquia, el señor Franz Xavier Gruber, organista en varias parroquias de Austria y le comunicó lo sucedido; éste le tranquilizó un poco haciéndole saber que con la guitarra que él bien interpretaba podía dar animación y con la unión del coro de chiquillos que venían cantando en los días anteriores de la novena preparatoria a la Navidad.
El buen párroco mostró a su organista ahora guitarrista un poema que dos años antes él en un momento de mística oración había escrito en la noche de Navidad; lo había titulado "noche de paz", pero quería ponerle música que elevara el espíritu.
Gruber el organista leyó el poema y se entusiasmó de tal manera que le prometió que esa misma noche sería estrenado como nueva canción de Navidad; fue a su casa y en el silencio orante puso música a tan bello poema.
Después de algunos ensayos con su coro fue estrenado aquella noche del 24 al 25 de diciembre de 1818, hace hoy 196 años, la canción navideña tal vez más conocida, cantada, orada y que ha causado emociones a millones de creyentes en la historia de la Navidad.
Esa noche gestó como vientre de fe la hermosa melodía que hoy vale la pena que se cante con gozo en el Templo, en el hogar, en la familia, en el barrio, en cada corazón; que el nacimiento de Jesús traiga la paz verdadera al mundo, que cada corazón sea hoy una estrella de luz que irradie paz.
Hagamos nuestra aquella inmortal melodía: "noche de paz, noche de amor, todo duerme en derredor (en silencio); en la altura resuena un cantar, nos anuncia una dicha sin par, en la tierra ha nacido Dios hoy en Belén de Judá". Gracias Mohr y Gruber por este regalo de oración y gozo.
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