En Brasil, Helder Cámara el obispo de Recife fue proclamado la voz de los que no tienen voz, porque hizo volver los ojos de los poderosos hacia el valor inmenso de los pobres, olvidados, marginados que siempre tienen una palabra para proponer, señalar e iluminar.
Colombia no se queda atrás; son sencillos los que han regalado a nuestro país grandes alegrías y triunfos; en el fútbol acaba de brillar como gran estrella en la selección de nuestro país, en ciclismo, patinaje, atletismo, boxeo y automovilismo, han sido personas casi sin apoyo estatal o de empresas colombianas quienes han dado inmensas glorias al país y nos han sacado del fondo del corazón la alegría de ser colombianos, de seguir buenos caminos, de tener disciplina, esfuerzo y honradez, valores que se han marginado en el pensum de la educación nacional.
La festividad colombiana de hoy, Nuestra Señora de Chiquinquirá, viene a poner de relieve esta verdad: de los humildes y sencillos el Señor saca motivos de gloria y gozo; la pedagogía de Dios escoge a ignorados y marginados para dar caminos de esperanza y ascenso.
Antonio Santana era por allá en 1555 alcalde de la pequeña y pobre población de Sutamarchán; quiso que su gente tuviese un buen centro de culto y para ello encargó a un pintor español, el señor Alonso de Narváez la imagen en óleo representando a Nuestra Señora del Rosario, obra que después de algunos meses se entregó al alcalde; a un lado de la figura de María aprovechando que el lienzo tenía más de ancho que de alto, el autor pintó a san Antonio (nombre del Alcalde) y san Andrés (devoción muy querida por él mismo).
Después de un largo tiempo la obra perdió colores y fue tirada en un rincón; una buena mujer llamada María Ramos la recogió y se trasladó hacia la población de Chiquinquirá; allí después de algunos años era tanto el daño del lienzo que terminó tirado y abandonado en una esquina.
Se cuenta que sin embargo ella, la humilde María, volvió a rescatar el lienzo y lo colocó en un lugar digno; una mañana decembrina, el día 26, pasaba por la casa de la Ramos una mujer ciega y pobre llevada de la mano por su pequeño hijo; el pequeñín, al pasar por la casa, gritó a su madre que veía salir un resplandor de la casa de María Ramos.
Todos quedaron asombrados porque al entrar a la casa encontraron el cuadro en mención renovado en el entorno de sus figuras y colores; parecía acabado de pintar, decían algunos testigos. El 9 de julio de 1919 fue proclamada esta renovada imagen como patrona y reina de Colombia, de sus hogares y de todos los que buscan el bien.
La verdad es que esta advocación es una invitación a renovar nosotros en nuestras vidas los valores fundamentales; muchos hemos dejado desaparecer de nuestra existencia valores como la fe, la esperanza o el amor y es bueno atreverse a renovarse, volver a brillar por obras buenas, con expresiones de responsabilidad, afecto y cuidado en nuestros deberes.
Es el mensaje de los que no tienen voz.
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