Para explicar un poco el misterio del mundo y su belleza los narradores del Antiguo Testamento bíblico acuden a la imagen de la aparición de la luz y por ello presentan al creador llamando a la luz para el brillo de lo existente.
La luz ha gustado a todos y en el contraste luz y oscuridad se capta uno de los misterios de la vida y el cosmos: encender una luz en el seno de la oscuridad es casi como engendrar vida en lo frío y seco de la existencia.
El alumbrado del siete y el ocho de diciembre tiene su larga historia que se remonta a la columna de fuego que encabeza el éxodo israelita por el desierto hasta la tierra prometida: explica así el por qué en una noche del año 431 al terminar el Concilio de Efeso que recalca a María como Madre de Jesús y por ende Madre de Dios, la población se lanzó a la calle con teas encendidas, orando, cantando, sonriendo.
Esta costumbre se hizo repetitiva en muchos lugares como apertura al tiempo de Navidad: no sorprende que en 1762 llegó a Popayán un decreto real que dice: “la Inmaculada es la Patrona de las Españas: se debe iluminar cada ciudad”: era la invitación al carácter festivo de este tiempo. En 1786 Chevreul descubrió la estearina que fue reemplazada por la parafina dando origen a las actuales velas o cirios que encendemos sin el peligro de las inmensas teas de antaño.
Esta noche y mañana es pertinente y saludable que cada uno unido a su familia, grupo o barrio encienda una vela como signo de esperanza en la paz, como presencia viva que contribuye a la ejecución de un amable ambiente; una familia unida encendiendo sus cirios y orando por la paz del corazón y del país y hasta del mundo es un aporte saludable en pro de un futuro mejor.
Es de desear que este gesto no se empañe con la imprudencia de la pólvora y del licor que llegan a cortar la alegría de este acto y a sembrar una nube de dolor: es deseable que oremos en familia, que nos una este gesto de hermandad visible.
Procuremos hacer presencia con el encendido sencillo de las velas en pro de la construcción de la civilización del amor que desemboca en un ambiente de justicia y paz, cambio y conversión, aceptación de la posibilidad de paz expresada en la no violencia y un sí al perdón y la fraternidad.
Ciudad iluminada, casas iluminadas, calles encendidas, corazones en el camino del amor y la esperanza.
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